Inicio Opinión Cuaresma 2025: El abajamiento de Dios y la esperanza de la humanidad

Cuaresma 2025: El abajamiento de Dios y la esperanza de la humanidad

En este 2025, la Cuaresma nos encuentra en un mundo convulsionado. Nuestra Argentina, herida por divisiones, crisis económicas y desaliento, necesita urgentemente el anuncio de la Pascua. Es fácil quedarse en la queja, en el diagnóstico pesimista de una sociedad en declive. Pero la Cuaresma no es una invitación al lamento estéril, sino al compromiso esperanzado. Nos llama a creer que Dios sigue actuando en la historia y que su amor puede renovar todas las cosas.

0

La Cuaresma es el tiempo en que la Iglesia nos invita a volver la mirada a la cruz, al misterio del Dios que se abaja, que asume nuestra humanidad y se entrega por amor.

No es solo un período de penitencia y sacrificio, sino un itinerario de conversión en el que Dios mismo nos sale al encuentro, nos toma de la mano y nos conduce a la Pascua, la fiesta de la vida nueva.

Este año, en el contexto del Jubileo de la Esperanza, la Cuaresma cobra un sentido aún más profundo. En un mundo marcado por el sufrimiento, la violencia y la incertidumbre, el mensaje de la Cruz se alza como faro en medio de la tormenta: Dios no nos ha abandonado. Él ha descendido hasta lo más hondo de nuestra miseria para elevarnos con Él.

Néstor Ojeda

Dios que se abaja y se entrega por nosotros

Karl Rahner nos recuerda que el acontecimiento central del cristianismo es la autocomunicación de Dios en la historia.

No tenemos un Dios lejano, indiferente al sufrimiento humano, sino un Dios que en Jesucristo ha experimentado el dolor, la soledad y el abandono. El Misterio Pascual es la expresión máxima de este amor que no mide el costo. Como señala Hans Urs von Balthasar, la cruz es la “kenosis” total, el vaciamiento de Dios en favor del hombre. En la cruz, Cristo no solo padece físicamente, sino que asume el pecado, la culpa y la angustia de toda la humanidad.

Este abajamiento no es un simple gesto de solidaridad, sino la obra de redención: Dios no nos salva desde afuera, sino desde dentro, desde el corazón mismo de nuestro sufrimiento. Es un Dios que llora con nosotros, que muere con nosotros, para darnos la esperanza cierta de la resurrección.

El dolor y la esperanza de la Argentina y el mundoEn este 2025, la Cuaresma nos encuentra en un mundo convulsionado. Nuestra Argentina, herida por divisiones, crisis económicas y desaliento, necesita urgentemente el anuncio de la Pascua. Es fácil quedarse en la queja, en el diagnóstico pesimista de una sociedad en declive.

Pero la Cuaresma no es una invitación al lamento estéril, sino al compromiso esperanzado. Nos llama a creer que Dios sigue actuando en la historia y que su amor puede renovar todas las cosas.

Von Balthasar afirmaba que “la fe cristiana es esencialmente una espera en lo invisible”. En tiempos oscuros, esta espera se hace más difícil, pero también más necesaria. No esperamos un cambio meramente humano, sino la irrupción del Reino de Dios en la historia, la transformación real que solo puede venir de la gracia.

La Pascua no es solo un acontecimiento del pasado, sino una promesa para el presente y el futuro.

Un tiempo que tiene que ser distinto. . .

El Jubileo de la Esperanza nos llama a vivir esta Cuaresma con una intensidad especial. No podemos limitarnos a repetir ritos vacíos o a cumplir con costumbres tradicionales sin que transformen nuestra vida. La invitación es clara: convertirnos de verdad, volver a Dios con un corazón sincero, romper con aquello que nos aleja de su amor y dar pasos concretos en la caridad.

San Pablo nos dice: “Si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con Él” (Rom 6,8). No se trata solo de sufrir con Él, sino de resucitar con Él. La Cuaresma nos prepara para la alegría de la Pascua, pero no de una Pascua cómoda y superficial, sino de la verdadera Pascua que transforma la existencia y nos lanza a ser testigos del Resucitado en el mundo.

Francisco: Doce años de un pontificado de esperanzaEste tiempo cuaresmal también nos encuentra con un Papa que ha marcado profundamente la historia reciente de la Iglesia. Francisco cumple doce años de pontificado, aquel Papa que al inicio de su ministerio dijo con valentía: “Quiero una Iglesia pobre y para los pobres”.

Hoy, él también va llevando su cruz, marcada por la enfermedad y el desgaste de su entrega incansable. Desde su lecho de enfermo, sigue alentando al Pueblo de Dios: “Sigan, no desesperen”, e insiste en la necesidad de una profunda conversión del corazón y en el llamado a caminar juntos, en clave sinodal. Su testimonio es un signo vivo de la esperanza que la Iglesia debe ofrecer al mundo, recordándonos que el amor y la misericordia de Dios no tienen límites.

Conclusión: Una Pascua nueva para un tiempo nuevo

Este año, más que nunca, la Cuaresma debe ser distinta. No una rutina, sino un renacer. No un tiempo de tristeza, sino de esperanza. Cristo nos invita a seguirle en su camino de abajamiento y entrega, pero también nos asegura que la última palabra no la tiene la cruz, sino la resurrección.

En Argentina y en el mundo, este es el mensaje que necesitamos: Dios no nos abandona. Dios sigue actuando. La luz de la Pascua brilla en la oscuridad, y la oscuridad no podrá vencerla.

Héctor Zordán Diócesis de Gualeguaychú Obispo Zordán
catolic.ar liderazgo católico en Argentina sitio católico profético noticias Iglesia Argentina referente católico contemporáneo periodismo católico comprometido voz profética de la Iglesia comunicación cristiana del siglo XXI evangelización digital católica sitio de pensamiento católico argentino

SIN COMENTARIOS

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

Exit mobile version