El Instituto del Verbo Encarnado (IVE), una congregación religiosa argentina con fuerte presencia internacional, se encuentra bajo una severa advertencia del Vaticano, que podría culminar en su disolución si no reconoce las fallas internas y se somete a un proceso de reforma profunda.
Así lo expresó el obispo José Satué, delegado pontificio designado por la Santa Sede, en una carta fechada el 25 de marzo, día de la Anunciación y aniversario fundacional del instituto.
Néstor Ojeda
Una crisis que se arrastra por décadas
Desde hace años, el IVE ha estado bajo observación por parte del Vaticano, principalmente a raíz de las conductas de su fundador, el padre Carlos Miguel Buela, y por una cultura interna denunciada por abusos de poder, deficiencias en la formación y mecanismos de control institucional opacos.
Satué, obispo de Teruel y Albarracín (España), señaló en su misiva la “resistencia a reconocer el daño causado” y la “negativa a colaborar con el proceso de reforma”, actitud que, de persistir, pondría en riesgo la continuidad del instituto.
El diagnóstico no es nuevo. En 2010, la entonces Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica ya había ordenado el apartamiento de Buela del gobierno del IVE, enviándolo a vivir a una abadía francesa bajo estricta supervisión. Las razones fueron “comportamientos inapropiados” con seminaristas adultos, pero los antecedentes eran más graves.
En 2021, una comisión especial concluyó que Buela incurrió en actos violentos contra miembros del IVE, violando el Sexto Mandamiento. La apelación de Buela no prosperó: murió en 2023 sin que se emitiera una decisión final.
A pesar de las restricciones impuestas, los delegados del Vaticano han denunciado en varias ocasiones que Buela continuaba influyendo en las decisiones internas del instituto, sosteniendo un “gobierno en la sombra” con el aval implícito de los superiores locales.

¿Quién fue Carlos Miguel Buela?
Carlos Buela nació en Buenos Aires en 1941. Fue ordenado sacerdote en 1971 y rápidamente se convirtió en un predicador carismático, especialmente entre jóvenes y universitarios. Su propuesta de espiritualidad rígida, fuerte devoción mariana y defensa de la ortodoxia doctrinal atrajo seguidores rápidamente. En 1984 fundó el Instituto del Verbo Encarnado en San Rafael (Mendoza), seguido por la rama femenina “Servidoras del Señor y de la Virgen de Matará”.
Buela supo construir una red de vocaciones nacionales e internacionales, logrando presencia en más de 30 países, especialmente en zonas de misión. Sin embargo, su estilo de liderazgo autoritario y las denuncias por abusos de poder y manipulación afectiva encendieron las alarmas en Roma hace más de una década.
Tras su separación, vivió los últimos años entre Argentina y el extranjero, manteniendo contacto con miembros del IVE a pesar de las restricciones vaticanas.
El IVE y los antecedentes de Paraná
Antes de la llegada de Estanislao Esteban Karlic como arzobispo de Paraná en 1983, el Seminario Arquidiocesano Nuestra Señora del Cenáculo estaba bajo la dirección de figuras prominentes del conservadurismo católico argentino, como el arzobispo Adolfo Servando Tortolo y el sacerdote Alberto Ezcurra Uriburu. Ezcurra, conocido por su vinculación con el movimiento nacionalista Tacuara, ocupó el cargo de vicerrector del seminario y fue una figura influyente en su orientación ideológica.
Con la designación de Karlic, se implementaron reformas destinadas a modernizar el seminario y alinearlo con las directrices del Concilio Vaticano II. Estas reformas provocaron la salida de varios seminaristas y formadores que se oponían a los cambios propuestos.
Algunos de estos disidentes, incluyendo a Ezcurra y al sacerdote Carlos Miguel Buela, se trasladaron a la diócesis de San Rafael, Mendoza, donde encontraron apoyo en el obispo León Kruk. En este contexto, Buela fundó en 1984 el Instituto del Verbo Encarnado (IVE), una congregación de orientación tradicionalista que atrajo a varios exseminaristas de Paraná.
Es importante destacar que el IVE no estuvo formalmente a cargo del Seminario de Paraná en ningún momento. Más bien, su origen está vinculado a la migración de clérigos y seminaristas que, en desacuerdo con las reformas implementadas por Karlic en Paraná, buscaron establecer una nueva comunidad religiosa en San Rafael. Esta comunidad reflejaba las tradiciones y enfoques que habían prevalecido anteriormente en el Seminario de Paraná bajo la dirección de Tortolo y Ezcurra
¿Un camino sin retorno?
El caso del IVE no es aislado. En los últimos meses, el Vaticano ha procedido a la disolución de otras dos congregaciones latinoamericanas fundadas por sacerdotes también señalados por abusos: el Sodalitium Christianae Vitae (Perú) y Miles Christi (Argentina).
En ambos casos, las estructuras internas se mostraron impermeables a la corrección eclesial, priorizando la protección institucional por encima de la verdad y la justicia.
El Vaticano parece estar endureciendo su política hacia las nuevas comunidades religiosas que no logran reformarse desde dentro. En su carta, Satué no dudó en advertir: “Sería una lástima que la resistencia a reconocer los errores arruinara el gran bien que se ha logrado”.
Un bien que, incluso el mismo Papa Francisco, ha reconocido en más de una ocasión. El Pontífice ha valorado públicamente la presencia misionera del IVE en lugares extremos, como en Gaza (Palestina) o Papúa Nueva Guinea, donde ha visitado a sacerdotes del instituto.
Pero ni el aprecio personal ni el prestigio misionero parecen ya suficientes. La lógica de encubrimiento, la cultura del silencio y la negativa a asumir los errores podrían ponerle fin a una de las obras religiosas más significativas —y controvertidas— nacidas en Argentina durante las últimas décadas.
©Catolic.ar