El Sínodo de los Obispos, creado en 1965 por el Papa Pablo VI a través del Motu Proprio Apostolica Sollicitudo, ha sido un órgano consultivo para la Iglesia universal, concebido como un “esfuerzo para adaptar los métodos de apostolado a las múltiples necesidades de nuestro tiempo y a las nuevas condiciones de la sociedad”. Con el paso de los años, esta estructura ha evolucionado significativamente, pero fue bajo el pontificado del Papa Francisco donde ha alcanzado una profundidad inédita, consolidándose como una herramienta pastoral transformadora y participativa.
Como bien recuerda la periodista Paola Calderón, en un artículo publicado por ADN Celam, la historia sinodal no ha sido estática: “Como toda institución humana, con el paso del tiempo podrá ser perfeccionada”, decía ya Pablo VI, dejando abierta la puerta a un desarrollo progresivo. El Papa Francisco tomó en serio esta premisa y la llevó a un nuevo nivel, reconfigurando el Sínodo como un proceso espiritual de escucha, discernimiento y decisión compartida.
La evolución del Sínodo con Francisco
Desde los primeros años de su pontificado, el Pontífice dio señales claras de que su mirada sobre la sinodalidad sería transformadora. En octubre de 2013 convocó la Asamblea General Extraordinaria del Sínodo sobre los desafíos pastorales de la familia. Este evento marcó un antes y un después al introducir una metodología sinodal en dos etapas: escuchar, reflexionar y proponer.
La Asamblea Ordinaria de 2015 continuó este camino bajo el lema “la vocación y la misión de la familia en la Iglesia y en el mundo contemporáneo”.
En 2018, la XV Asamblea General Ordinaria abordó el tema de los jóvenes y el discernimiento vocacional. Allí se reconoció que muchos jóvenes han abandonado la Iglesia “porque no han encontrado en ella santidad, sino mediocridad, presunción, división y corrupción”. Ante esta realidad, el Papa afirmó: “El bálsamo de la santidad generada por la vida buena de tantos jóvenes, puede curar las heridas de la Iglesia y del mundo”, recordando que “Dios nos quiere santos y no espera que nos conformemos con una existencia mediocre, aguada o licuada”.
El Sínodo para la Amazonía: un clamor profético
Uno de los momentos más significativos de este proceso renovador fue el Sínodo Especial para la Amazonía en 2019. El Papa Francisco abrió este camino durante su visita a Puerto Maldonado, Perú, donde escuchó directamente a los pueblos originarios. Este proceso fue seguido por una encuesta a 68 mil personas, lo que derivó en un documento de trabajo de 100 páginas.
Según destaca Calderón, este Sínodo “puso de manifiesto el clamor de los pobres y a través de ellos, planteó un horizonte ecológico que interpela a todo el mundo desde el contexto eclesial”. Aunque los medios se enfocaron en debates secundarios como el diaconado femenino o la ordenación de hombres casados, el corazón del Sínodo fue la denuncia profética contra los modelos extractivistas que oprimen a los pueblos de la Amazonía.
El Sínodo de la Sinodalidad: la mayor apuesta de Francisco
En 2021, el Papa lanzó el proceso del Sínodo de la Sinodalidad, posiblemente el más ambicioso de su pontificado. Con él se quiere repensar el modo de ser Iglesia: más participativa, más corresponsable, más horizontal.
El proceso se desarrolló en fases: primero la fase diocesana, luego la continental y finalmente las sesiones presenciales en Roma en 2023 y 2024. En palabras del Papa: “El camino de la sinodalidad es el camino que Dios espera de la Iglesia del tercer milenio”. “Asistieron más de 250 personas entre obispos, religiosos, religiosas, laicos, expertos y mujeres de los cinco continentes”.
En 2022, el Papa Francisco decidió extender el proceso sinodal hasta 2024, convencido de que “para que los frutos lleguen a plena maduración es necesario no tener prisa”. Así, el Papa reafirmó que la sinodalidad es una “dimensión constitutiva de la Iglesia”.
“El llamado a vivir la sinodalidad persiste”
La nota de Calderón remarca que “tras la segunda sesión presencial, queda la fase de mayor importancia: la implementación en las Iglesias locales”. Una de las novedades más impactantes fue que el Documento Final del Sínodo, una vez votado, fue adoptado directamente por el Papa como parte de su magisterio.
A diferencia de otros sínodos, no se emitió una exhortación postsinodal, lo que subraya la fuerza y centralidad de este proceso en la visión pastoral de Francisco.
“El llamado a vivir la sinodalidad persiste”, señala Calderón, y con razón. El Papa ha dejado claro que esta es la dirección a seguir: una Iglesia pueblo de Dios, corresponsable, misionera, y en salida. En ella todos tienen voz y responsabilidad: pastores, laicos, religiosos, mujeres, jóvenes y pueblos indígenas.
Superar el clericalismo, cultivar la escucha, discernir en comunidad, son ahora tareas impostergables. El Sínodo no es el final, es el comienzo de un nuevo modo de ser Iglesia. Y como bien señala la autora del artículo original: “Estamos invitados a construir esa Iglesia pueblo de Dios, aportar para derrumbar los muros del clericalismo y lograr que en efecto sea misionera, en salida y constitutivamente sinodal”.
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