En la historia de la Iglesia y la educación, hay figuras que, con su entrega y vocación, dejan huellas imborrables. Una de esas personas es Ernestina Ramallo Gradín, una mujer argentina cuya vida estuvo marcada por la fe, el servicio y la misión de transformar la sociedad a través de la educación.
Su legado trasciende el tiempo y las fronteras, encontrando su máxima expresión en la Universidad Seisen de Japón, institución que fundó y que sigue siendo un faro de conocimiento y valores.
Néstor Ojeda
Los Orígenes de una Misión
Nacida el 23 de octubre de 1902 en Buenos Aires, Ernestina creció en una familia que valoraba la educación y la vida espiritual. Su formación en la fe la llevó a descubrir su vocación religiosa, ingresando a la congregación de las Esclavas del Sagrado Corazón de Jesús en 1927, con tan solo 25 años. Desde el principio, mostró una inclinación especial hacia la enseñanza, entendiendo la educación como una herramienta poderosa para la transformación personal y social.
Su compromiso con la misión evangelizadora pronto la llevó más allá de las fronteras de su país natal. En 1934, recibió el desafío de viajar a Japón junto a tres hermanas de su congregación con el propósito de establecer una institución educativa para mujeres en un país cuya cultura y tradiciones eran radicalmente diferentes a las suyas.
El Desafío de un Nuevo Mundo
Llegar a Japón en la década de 1930 significó enfrentar una serie de obstáculos que pondrían a prueba su determinación y fe. No solo el idioma representaba una barrera, sino también las diferencias culturales y sociales. Japón, en ese entonces, se encontraba en un proceso de modernización que coexistía con profundas tradiciones arraigadas. El papel de la mujer en la sociedad aún estaba limitado, y la educación para ellas no era una prioridad en muchos sectores.
Además, la inestabilidad política y la creciente tensión que precedió a la Segunda Guerra Mundial dificultaban aún más la tarea. A pesar de ello, Ernestina y sus hermanas continuaron con su misión, convencidas de que la educación era clave para empoderar a las mujeres y construir un futuro mejor.
La Fundación de la Universidad Seisen
El arduo trabajo de Ernestina Ramallo dio sus frutos en 1950 con la fundación de la Universidad Seisen, cuyo nombre significa “fuente de pureza” en japonés. La institución nació con una visión clara: formar mujeres con excelencia académica y valores sólidos, capaces de influir positivamente en la sociedad.
Desde su inicio, la universidad se destacó por su enfoque humanista y su énfasis en la educación integral. Ernestina, quien fue su primera presidenta, dirigió la institución con una dedicación incansable.
En 1962, la universidad se trasladó a Tokio, consolidándose como un referente en la educación femenina en Japón. Continuó como rectora hasta 1966, dejando una estructura sólida y una comunidad académica comprometida con sus ideales.
Su visión de la educación trascendía lo académico; creía en la formación de personas con valores humanos y cristianos. El lema de la Universidad Seisen, “La verdadera alegría no se encuentra viviendo para uno mismo, sino viviendo para los demás”, refleja la esencia del pensamiento de su fundadora.
Un Legado Imperecedero
El impacto de Ernestina Ramallo en Japón no se limitó a la fundación de una universidad. Su trabajo ayudó a fortalecer los lazos entre Argentina y Japón, y su historia es un testimonio del poder transformador de la fe y la educación.
En 2019, la Universidad Seisen conmemoró el 120º aniversario de su nacimiento con una ceremonia en la que participaron representantes de la Embajada de Argentina en Japón. Este homenaje reafirmó la vigencia de su legado y la importancia de su obra en la educación y el empoderamiento de las mujeres.
Además, su vida y labor han sido plasmadas en el libro “Izumi wa karezu” (“El manantial nunca se seca”), que relata su historia y la de la Universidad Seisen. Este libro es un testimonio del compromiso, la resiliencia y la fe inquebrantable que marcaron su vida.

Ernestina Ramallo y la Santidad en la Vida Cotidiana
Si bien Ernestina Ramallo no ha sido reconocida oficialmente como santa, su vida refleja la esencia de la santidad vivida en lo cotidiano.
Su entrega desinteresada, su amor por los demás y su capacidad de superar adversidades con fe y esperanza la convierten en un ejemplo para todos aquellos que buscan vivir según los valores cristianos.
La santidad, más que un estado reservado para unos pocos, es un llamado a vivir cada día con amor y compromiso hacia los demás. Ernestina nos recuerda que la santidad se encuentra en el servicio, en la educación, en el trabajo arduo y en la fe inquebrantable en que el bien puede transformar el mundo.
Un Modelo a Seguir
La vida de Ernestina Ramallo es una invitación a todos los cristianos a vivir con propósito y dedicación. Su historia demuestra que una sola persona, con fe y determinación, puede generar un impacto inmenso en la vida de muchas generaciones. Su legado sigue vivo en la Universidad Seisen y en cada una de las mujeres que han pasado por sus aulas.
Hoy, en un mundo que necesita más que nunca ejemplos de compromiso y amor al prójimo, la figura de Ernestina Ramallo se alza como un faro de luz. Su historia nos inspira a preguntarnos: ¿cómo podemos, desde nuestra realidad, hacer de este mundo un lugar mejor?
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