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El veneno disfrazado de luz: falsas visiones, escándalo digital y confusión en nombre de Dios

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Por Néstor Ojeda

Una nueva amenaza disfrazada de Fe

En la era digital, la confusión se propaga con velocidad de rayo. Canales de YouTube, páginas web y perfiles en redes sociales se multiplican anunciando supuestas revelaciones del cielo: mensajes de la Virgen, visiones de videntes desconocidos, advertencias sobre catástrofes inminentes, apariciones que supuestamente la Iglesia “quiere silenciar”.

Usan un lenguaje religioso, apelan a emociones profundas y se visten de piedad. Pero lo que ofrecen no es Fe auténtica, sino un producto adulterado, muchas veces manipulado, ideológico, y otras tantas, directamente herético. Y lo más grave: no proviene de Dios.

Falsos profetas y falsas luces

No todo lo que brilla viene del cielo. San Pablo lo advirtió con claridad: “El mismo Satanás se disfraza de ángel de luz” (2 Cor 11,14). Muchos de estos mensajes no solo no pasan por el discernimiento eclesial, sino que directamente lo rechazan. Desconfían del Papa, critican al Concilio Vaticano II, llaman a una Iglesia paralela, desobedecen a sus pastores. Se presentan como “más católicos que el Papa” y terminan sembrando confusión, miedo y división.

Este contenido no busca la verdad, sino la viralidad. Su objetivo no es tu conversión, sino tu atención. No te conducen al silencio del corazón, sino al ruido del algoritmo. Son, en muchos casos, la versión religiosa del sensacionalismo barato.

¿Qué frutos producen?

Cristo nos dio una regla de oro: “Por sus frutos los conocerán” (Mt 7,16). ¿Cuáles son los frutos de estos mensajes? Un cristianismo deformado, apocalíptico, elitista, cargado de ansiedad espiritual. Personas que dejan los sacramentos para seguir revelaciones privadas. Católicos que abandonan sus parroquias porque un supuesto “vidente” les dijo que el Papa es el anticristo. Gente que confunde profecía con paranoia.

Cuando una revelación privada conduce a la división, la desobediencia, la obsesión o la desesperanza, no viene del Espíritu Santo.

La Iglesia, madre y maestra, nos enseña a discernir

La Iglesia Católica no es enemiga de las apariciones auténticas. Lourdes, Fátima, Guadalupe, son testimonios profundos de intervención divina. Pero cada una fue cuidadosamente discernida, con años de estudio, prudencia y obediencia. La Iglesia no se deja llevar por modas ni emociones. Por eso, todo fenómeno sobrenatural debe ser sometido al juicio de la Iglesia, y no a nuestro parecer personal.

Lo que no está aprobado, debe ser mirado con extrema cautela. Y lo que está rechazado, no debe ser difundido.

El Evangelio basta

¿Acaso Dios no nos ha hablado ya lo suficiente? Nos habló en la creación, en la historia de la salvación, en los profetas, y sobre todo, en su Hijo Jesucristo. Lo que debemos hacer ya está dicho: vivir el Evangelio, amar a Dios, servir al prójimo, recibir los sacramentos, orar en comunidad, trabajar por la justicia. Nada de esto requiere revelaciones espectaculares.

La Palabra de Dios es viva. No necesitamos mensajes extras para obedecer lo que ya sabemos. Las verdaderas apariciones siempre conducen a Cristo y a su Iglesia. Nunca las sustituyen.

Volver a la Fe, no al espectáculo

Este fenómeno de “espiritualidad YouTube” no es un signo de santidad, sino de enfermedad espiritual. Mezcla misticismo con superstición, desinformación con histeria, devoción con manipulación. Lo peor: convierte la fe en entretenimiento. Y cuando la Fe se convierte en show, el diablo aplaude.

Quienes promueven estos contenidos, consciente o inconscientemente, hacen un daño inmenso a las almas. Alimentan una espiritualidad enferma, sin raíces, sin sacramentos, sin comunidad. Una religión de fantasía, no de cruz.

Una decisión urgente

Es momento de cortar por lo sano. De dejar de mirar, compartir y dar crédito a estos contenidos. De volver al Evangelio, a la Eucaristía, a la oración verdadera. e pedir a nuestros pastores que enseñen con claridad y valentía. Y de advertir a los demás, como hermanos, que no todo lo que dice “Jesús” viene de Jesús.

La luz de Cristo no necesita luces artificiales. Su voz no grita: susurra en el corazón. Y su verdad no confunde: libera.

Héctor Zordán Diócesis de Gualeguaychú Obispo Zordán
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