En una elección que sorprendió a muchos y conmovió a millones, el Cónclave eligió como Sucesor de Pedro al cardenal peruano Robert Prevost, quien ha asumido el nombre de León XIV, evocando la figura de un liderazgo firme, espiritual y pastoral para una hora crítica de la humanidad.
Por la redacción de catolic.ar
Con este gesto, la Iglesia ha mirado hacia el sur del mundo, hacia una tierra donde la fe se ha sostenido entre las pobrezas y las esperanzas. León XIV proviene de Chiclayo, una diócesis vibrante del norte del Perú, donde fue pastor durante más de una década. Desde allí forjó un perfil marcado por tres claves: la humildad agustiniana, la cercanía con el pueblo y una mirada profundamente misionera.
Un Papa latinoamericano, pero diferente
No es ajeno al espíritu de Francisco, pero tampoco una continuidad automática. León XIV no es un “papa progresista” en sentido político, ni un “papa conservador” en sentido dogmático. Es, ante todo, un hombre de Dios. En sus primeras palabras al mundo habló de “una paz desarmada y desarmante”, invitando a todos a caminar “mano a mano, sin miedo”, y se definió como “un hijo de San Agustín”, citando una de las frases más luminosas de ese Padre de la Iglesia: “Con vosotros soy cristiano, para vosotros soy obispo”.
Trayectoria de fe, servicio y pensamiento
Robert Previsto nació en 1964, estudió Filosofía y Teología en Lima y Roma, y fue ordenado sacerdote en 1990. Ingresó a la Orden de San Agustín, donde se destacó como formador y provincial. En 2011 fue nombrado obispo de Chiclayo y más tarde cardenal. Desde allí, ejerció un magisterio silencioso pero fecundo, combinando profundidad intelectual con una opción clara por los descartados.
En Roma fue escuchado en el Sínodo sobre la sinodalidad, donde defendió con claridad la necesidad de una Iglesia abierta, fraterna y profética, sin perder nunca el centro cristológico.
¿Por qué León XIV? Un nombre con historia y profecía
Su elección del nombre no es casual. León XIII fue el Papa de la Rerum Novarum, de la Doctrina Social de la Iglesia. León I, el gran Papa de los tiempos convulsos del Imperio Romano. Tomar el nombre de León implica un mensaje: es tiempo de firmeza, de valentía, de claridad sin dureza, de autoridad sin autoritarismo.
El mundo está convulsionado: guerras, hambre, polarización ideológica, persecución religiosa, crisis ecológica, y una humanidad desconectada de lo trascendente. León XIV parece asumir esa hora oscura con una palabra luminosa y un gesto abierto: “Como esta plaza, con los brazos abiertos a todos”.
Una nueva etapa, una nueva oportunidad
Las primeras reacciones indican que su elección ha sido bien recibida tanto por sectores progresistas como tradicionales. Su figura puede tender puentes, no sólo entre grupos eclesiales, sino también entre culturas, pueblos y generaciones. Y su voz –serena, firme, profunda– recuerda que la Iglesia no es una ONG ni un partido ideológico, sino el Cuerpo de Cristo que camina entre los hombres.
Desde catolic.ar seguiremos cada paso de este nuevo pontificado. Porque cuando el mundo se tambalea, un pastor que sabe mirar con los ojos del Evangelio puede marcar la diferencia.
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