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Movimientos eclesiales en acción: Schoenstatt y el Jubileo que renueva la esperanza de la Iglesia en Roma

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En un tiempo marcado por la incertidumbre y la secularización creciente, el Movimiento Apostólico de Schoenstatt peregrina a Roma para celebrar un Jubileo que ilumina la vitalidad de los carismas en la Iglesia. Más que una reunión, es un llamado profético a vivir el Espíritu de Pentecostés, un compromiso de amor renovado a la Iglesia y un anuncio de esperanza para un mundo sediento de santidad y transformación.


En el corazón de Roma, cuna y centro de la fe católica, miles de miembros de movimientos, asociaciones y nuevas comunidades eclesiales se congregan en un acto solemne de comunión y renovación: el Jubileo de los Movimientos. Entre ellos, con un número aproximado de 800 peregrinos, destaca el Movimiento Apostólico de Schoenstatt, cuya historia, carisma y testimonio aportan un signo elocuente para la Iglesia de nuestro tiempo.

Este encuentro, celebrado los días 7 y 8 de junio de 2025, no es una mera ceremonia protocolar, sino una manifestación viva de la Iglesia en salida, convocada por el Papa León XIV para revitalizar la acción del Espíritu Santo en medio de las crisis sociales, culturales y espirituales que afrontamos.

Pentecostés: el viento que impulsa a los movimientos

Que este jubileo se celebre justo antes de Pentecostés no es una casualidad, sino un símbolo poderoso. El Espíritu Santo, que bajó sobre los Apóstoles como lenguas de fuego para encender la misión evangelizadora, sigue soplando en la Iglesia. La Palabra de Dios lo recuerda:

“Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad” (Jn 16,13).

En un mundo donde la razón seculariza, relativiza y dispersa, los movimientos carismáticos son instrumentos del Espíritu para renovar la comunión, la santidad y la misión. Agathe Hug, peregrina alemana, resume esta certeza: “El Espíritu Santo puede y quiere actuar a través de los movimientos espirituales… nos da esperanza para el futuro y valor para seguir caminando en nuestro mundo secular”.

Este impulso pentecostal es una llamada a no resignarse a la indiferencia, a despertar la pasión por el Evangelio y a encarnar en la vida cotidiana la santidad “que no es una heroicidad excepcional, sino la fidelidad en lo pequeño” (Papa Francisco, Gaudete et Exsultate 19).

Schoenstatt: un carisma para la Iglesia en misión

Fundado en 1914 por el Padre José Kentenich en Alemania, Schoenstatt es un movimiento laical que busca la renovación espiritual de la Iglesia y la sociedad a través del amor a María, la vivencia del pacto de alianza y la formación integral de sus miembros. Su lema, dilexit ecclesiam (“amó a la Iglesia”), es el motor que impulsa a sus peregrinos a entregarse sin reservas al servicio del Pueblo de Dios.

El P. Alexandre Awi Mello, presidente de la Presidencia Internacional de Schoenstatt, subraya que esta presencia en Roma es “una forma de renovar nuestro compromiso con la Iglesia, siguiendo el espíritu del fundador”. En tiempos donde la secularización amenaza la fe y la unidad, Schoenstatt reafirma su vocación profética: ser signo y sacramento del amor de Dios en el mundo contemporáneo.

En este sentido, la Presidencia Internacional, integrada por superiores y dirigentes de los diferentes institutos y federaciones, representa no solo una estructura organizativa, sino un testimonio vivo del compromiso comunional y misionero que caracteriza al movimiento.

La peregrinación: un camino hacia la comunión y la misión

El día 7 de junio, los schoenstattinos realizaron una caminata simbólica desde la iglesia parroquial de San Francisco y Santa Catalina hasta la Basílica de San Pedro, donde participaron en la vigilia de Pentecostés con otros movimientos y el Papa León XIV. Este recorrido de 2,5 km fue más que un desplazamiento físico; fue un itinerario espiritual, una expresión de la Iglesia peregrina que avanza unida hacia la fuerza del Espíritu.

El P. Arkadiusz Sosna, de la Coordinación Internacional, expresa la profunda necesidad de sentirse parte de “una gran familia carismática” y de encontrarse con el Santo Padre, figura visible de unidad y pastor del rebaño universal. Esta comunión eclesial fortalece la misión común de testimoniar en medio de una cultura que muchas veces desconoce o desprecia el Evangelio.

La importancia del encuentro con el Papa León XIV reside también en su énfasis en la sinodalidad y el protagonismo de los laicos y movimientos para renovar la Iglesia y abrir caminos para anunciar la esperanza a los más alejados.

La coronación de María: Reina Madre y modelo de santidad

Otro momento cumbre de este Jubileo fue la coronación de la Virgen María como “Reina Madre de la Iglesia” en el Santuario Matri Ecclesiae de Belmonte, Roma. Este santuario, centro internacional de peregrinación de Schoenstatt, se erige como un espacio donde la maternidad espiritual de María guía y protege a la Iglesia en su misión.

El arzobispo Ignazio Sanna, rector del santuario, afirma que esta coronación es “llevar a Schoenstatt al corazón de la Iglesia y a la Iglesia al corazón de Schoenstatt”. Esto significa un compromiso recíproco: Schoenstatt, con su espiritualidad y pedagogía, ofrece a la Iglesia modelos concretos de santidad cotidiana y radicalidad evangélica.

El Magisterio de la Iglesia insiste en que María es “modelo sublime de santidad y de entrega total a la voluntad de Dios” (San Juan Pablo II, Redemptoris Mater 1). Coronarla Reina Madre es afirmar que bajo su manto se renueva la vida de la Iglesia y se fortalece la vocación de cada cristiano a la santidad.

Un llamado profético a la esperanza y al compromiso

En el contexto actual, donde se multiplican las crisis sociales, culturales y eclesiales, la presencia de los movimientos carismáticos y su protagonismo en el Jubileo es una señal profética. Como dice Agathe Hug, el Papa León XIV es un “mediador de los dones del Espíritu” y un aliado para la renovación que viene de Pentecostés.

El Papa Francisco, en su exhortación Evangelii Gaudium (2013), recordaba que la Iglesia debe ser “un hospital de campaña” que acoge, sana y envía a todos a la misión. Los movimientos eclesiales, con su vitalidad y carisma, se vuelven esenciales para que esa misión sea fecunda, especialmente en una cultura secularizada que parece rechazar a Dios.

Así, este Jubileo no solo celebra una historia, sino que impulsa un compromiso para el presente y el futuro: renovar el amor a la Iglesia, vivir la santidad en lo cotidiano, y ser fermento evangélico en una sociedad necesitada de luz y esperanza.


Reflexión final:
¿Cuál es el lugar que ocupamos nosotros, como cristianos, en este tiempo de gracia y desafío? ¿Somos capaces de dejarnos renovar por el Espíritu y ser testigos valientes en medio de un mundo que a menudo ignora la verdad y la belleza del Evangelio? El Jubileo de los Movimientos no es solo una fecha en el calendario, sino un llamado a vivir con pasión el mandato de Jesús: «Id y haced discípulos a todos los pueblos» (Mt 28,19). No hay tiempo para la tibieza. La santidad, como nos enseña el Papa Francisco, se construye en la fidelidad a Dios en las pequeñas cosas, en la comunión con la Iglesia y en la entrega al servicio de los hermanos.

Que esta celebración nos inspire a ser, con María, coraje y ternura para un mundo que clama por esperanza y verdad.


Fuente original: Vatican News, Karen Bueno, Jubileo. Schoenstatt organiza una peregrinación internacional a Roma.

Héctor Zordán Diócesis de Gualeguaychú Obispo Zordán
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