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Del Jubileo a las Periferias: La Conversación Pendiente de la Iglesia

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Una apuesta de la Iglesia a evangelizar el mundo digital

La plaza de San Pedro vibró con una energía inusual. No era la muchedumbre habitual de una audiencia general, sino una mezcla diversa de influencers, youtubers, gamers y blogueros que, en lugar de micrófonos de prensa, sostenían sus celulares listos para grabar.

La evangelización digital

El Jubileo de los Comunicadores, Misioneros Digitales e Influencers Católicos fue un hito, un evento que la Iglesia, en su milenaria historia, no había visto antes. Pero, más allá de la selfie con el Papa, más allá de los testimonios virales, la pregunta que quedó flotando en el aire fue: ¿Se cumplieron los objetivos de esta convocatoria? ¿Qué significa este encuentro para el futuro de la evangelización?

La misma pregunta resuena tras el Jubileo de los Jóvenes, un evento que, si bien mantuvo la tradición de la peregrinación y el encuentro físico, también fue una demostración de la profunda hibridación entre lo presencial y lo digital.

Los jóvenes, protagonistas de este jubileo, no solo rezaron y cantaron en las calles de Roma, sino que compartieron sus experiencias en tiempo real, conectando con sus pares en todo el mundo a través de las redes sociales.

Estos dos jubileos no fueron meros eventos protocolares; fueron un espejo en el que la Iglesia pudo mirarse a sí misma, un laboratorio en el que se pusieron a prueba dos modelos de evangelización que, a primera vista, parecen opuestos: la evangelización digital y la evangelización por presencia, la misma que el Papa Francisco ha proclamado insistentemente como la de “salir a las periferias existenciales”.

La gran pregunta que emerge es si estas dos realidades son mutuamente excluyentes o si, en realidad, son dos caras de la misma moneda.

La Iglesia en el Laberinto Digital: Oportunidades y Riesgos

La Iglesia, a lo largo de su historia, ha sabido utilizar las herramientas de comunicación de cada época. Desde las cartas de San Pablo hasta la imprenta de Gutenberg, pasando por la radio y la televisión, cada innovación ha sido un canal para la difusión del Evangelio.

La era digital no es la excepción. Las redes sociales, los blogs, los podcasts y los videos se han convertido en púlpitos virtuales desde los que se puede llegar a millones de personas, trascendiendo fronteras y barreras culturales.

Los misioneros digitales, los influencers católicos, han demostrado una capacidad admirable para generar contenido de calidad, para llevar la fe a un lenguaje fresco y accesible, para conectar con un público que, de otra manera, quizás nunca se acercaría a una parroquia.

Crearon comunidades virtuales, grupos de oración online y espacios de reflexión que, en muchos casos, son verdaderos refugios espirituales. El jubileo fue un reconocimiento de la Iglesia a este nuevo “continente” de la evangelización, un continente vasto y lleno de oportunidades.

Sin embargo, el mundo digital también presenta riesgos considerables. La superficialidad de la comunicación instantánea, el peligro de caer en la banalidad o en la autoconsagración, y la tentación de convertir la fe en un producto de consumo son amenazas reales.

La conexión digital, por muy masiva que sea, ¿puede reemplazar el encuentro personal, el abrazo, la escucha atenta, la Eucaristía compartida? La Iglesia ha sido siempre la Iglesia del encuentro, del tú a tú, del rostro a rostro.

La Periferia, la Misión Irrenunciable de la Iglesia

Mientras tanto, en el corazón del magisterio del Papa Francisco, sigue resonando con fuerza la llamada a “salir a las periferias”. No se trata solo de las periferias geográficas, sino también de las existenciales: los jóvenes sin esperanza, los ancianos olvidados, los migrantes, los enfermos, los que viven al margen de la sociedad.

La evangelización por presencia, como la entiendía el Papa Francisco, es la de la compasión, la de la cercanía, la del testimonio vivo. Es la de ensuciarse las manos, la de “oler a oveja”, la de caminar al lado de los que sufren.

Esta llamada, lejos de ser un retroceso, es una afirmación de la esencia misma del Evangelio. La encarnación de Dios en Jesucristo es el mayor testimonio de la evangelización por presencia.

El cristianismo no es una idea abstracta, sino un encuentro con una persona, un encuentro que transforma la vida. Y ese encuentro, si bien puede ser catalizado por un mensaje digital, necesita de la comunidad, del acompañamiento personal, de la experiencia de la vida compartida para arraigarse y dar fruto.

¿Qué dice la gente, los medios y las redes?

Las reacciones ante estos jubileos han sido variadas y reveladoras. En los medios tradicionales, la cobertura se centró en la novedad del evento, en la “conversión” de la Iglesia a las nuevas tecnologías.

Se habló de una Iglesia que busca modernizarse, que se abre al diálogo con el mundo de hoy. Esta visión, a menudo, simplifica la complejidad del fenómeno, presentando la evangelización digital como la “solución” a la crisis de fe.

Las redes sociales, por su parte, se llenaron de comentarios. Por un lado, la alegría y el entusiasmo de los comunicadores católicos y sus seguidores, que sintieron un reconocimiento largamente esperado por parte de la jerarquía.

Por otro lado, no faltaron las voces críticas, que cuestionaron la efectividad de esta evangelización “light” y la compararon con el compromiso de los misioneros que dan su vida en los lugares más remotos. Esta polarización, lejos de ser un obstáculo, puede ser un indicio de la importancia de la conversación que se está dando.

La gente, el pueblo de Dios, observa con atención. Muchos se sienten interpelados por el mensaje de los influencers, encuentran en ellos una voz que les habla de su fe en un lenguaje que entienden.

Pero también, muchos anhelan una Iglesia cercana, una parroquia viva, un sacerdote que les escuche. La gente quiere la presencia, no solo el “me gusta”.

Un Futuro que no es Esto o lo Otro

La mirada profética, la que busca discernir los signos de los tiempos, nos invita a ir más allá de la dicotomía entre lo digital y lo presencial. La pregunta no es si tiene sentido la evangelización digital o si hay que apostar a la evangelización por presencia.

La pregunta correcta es: ¿cómo pueden estos dos modelos complementarse y potenciarse mutuamente?

La evangelización digital puede ser el gran pórtico de entrada, la voz que invita, la chispa que enciende el interés. Un video bien hecho, un post reflexivo, puede ser la primera semilla que se planta en un corazón.

Pero esa semilla, para crecer y dar fruto, necesita de la tierra fértil de la comunidad, del agua viva de los sacramentos y del sol del encuentro personal.

Los comunicadores digitales, lejos de ser una vanguardia aislada, deben ser un puente hacia la comunidad. Su misión no termina en la pantalla, sino que comienza allí.

Deben ser capaces de acompañar a sus seguidores de lo virtual a lo real, de la pantalla a la mesa de la Eucaristía, de un comentario en un post a una conversación sincera.

El gran desafío es, entonces, crear una ecología de la comunicación que integre ambos mundos. Un modelo en el que la tecnología sea una herramienta al servicio del encuentro, no un fin en sí mismo.

Una Iglesia que usa las redes para llegar a las periferias existenciales, para dar a conocer las historias de los que sufren, para movilizar la caridad y la solidaridad.

Una Iglesia que entiende que el “like” es solo el comienzo y que el verdadero “follow” es el seguimiento de Cristo en la vida real.

Los jubileos han terminado, pero la conversación apenas comienza.

La Iglesia del futuro será una Iglesia “en salida”, como la quiere el Papa, una Iglesia que camina con los pies en la tierra y la mirada puesta en el cielo, pero también una Iglesia que navega con pericia en el océano digital, sin perder nunca de vista su puerto seguro: el encuentro personal con Cristo y con los hermanos.

La respuesta a la gran pregunta está en la síntesis, en la audacia de conjugar la inmediatez de lo digital con la profundidad de la presencia. Es ahí, en esa encrucijada, donde se encuentra el camino hacia el futuro de la evangelización.


¿Qué opinás vos? ¿Creés que la evangelización digital es el camino a seguir, o la presencia en las periferias sigue siendo la prioridad?

©Catolic

Héctor Zordán Diócesis de Gualeguaychú Obispo Zordán
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