Inicio Voces que iluminan La liturgia tomada por asalto: cuando el altar se convierte en trinchera...

La liturgia tomada por asalto: cuando el altar se convierte en trinchera ideológica

0

No siempre el mal irrumpe con estrépito. A veces avanza disfrazado de novedad, de entusiasmo o de supuesta actualización. Así se infiltra en lo más sagrado: la liturgia, el corazón de la vida de la Iglesia. Una tendencia silenciosa, pero letal, está vaciando de misterio y sacramentalidad nuestras celebraciones: el uso de la liturgia como herramienta ideológica, emocional o identitaria. No se trata de casos aislados, sino de una deformación estructural que se expande sin encontrar resistencia. Lo que no se denuncia, se normaliza, y lo que se normaliza, termina deformando la fe del pueblo.


¿Qué está sucediendo en la Liturgia?

La celebración de la Eucaristía, en muchos casos, está dejando de ser el acto por el cual Cristo se entrega por amor al Padre y al mundo. En su lugar, proliferan las misas que se asemejan más a un espectáculo, un mitin o una asamblea comunitaria que a un sacrificio sagrado. El altar es tomado por asalto por elementos ajenos a su naturaleza, transformándolo en un escenario para consignas, proclamas o expresiones grupales.

Este fenómeno se observa tanto en celebraciones que buscan una supuesta modernidad como en aquellas que se aferran a formas tradicionales, convirtiéndolas en bastiones identitarios en lugar de fuentes de gracia. En ambos extremos, el resultado es el mismo: el rito deja de ser un medio de comunión para convertirse en una expresión de grupo, rompiendo la universalidad del misterio.


El Problema de Fondo: Desfiguración del Misterio

La liturgia no es una herramienta al servicio de una idea, por más noble que parezca. Es una acción sagrada instituida por Cristo, donde el cielo y la tierra se tocan, donde el Verbo se hace presente y donde el Espíritu nos transforma. Cuando la liturgia se convierte en vehículo de ideologías o sensibilidades personales, pierde su fuerza salvífica. Se desfigura el misterio. El altar ya no es el lugar del sacrificio redentor, sino un atril desde donde se proclaman agendas, se expresan sentimientos o se construye una identidad grupal.

El misterio se banaliza, lo sagrado se trivializa, y la celebración deja de ser adoración para convertirse en performance. La liturgia deja de ser teología encarnada para convertirse en sociología de lo religioso.


Diagnóstico de una Enfermedad Eclesial

No estamos ante un problema de gustos litúrgicos, sino ante una enfermedad espiritual y eclesial profunda. La raíz está en la pérdida del sentido de lo sagrado, en la incapacidad de comprender que en cada celebración Cristo mismo actúa. La liturgia no es el lugar de la espontaneidad creativa ni de la adaptación permanente. No todo lo que parece participación es auténtica comunión.

Se ha perdido el eje. Se privilegia lo emocional sobre lo espiritual, lo inmediato sobre lo eterno, lo espectacular sobre lo esencial. El resultado es una liturgia hueca, sin profundidad, sin silencio, sin trascendencia. Se multiplican las palabras y se reduce el espacio del Espíritu.


Señales de Alerta

Las señales de esta problemática son evidentes:

  • Celebraciones donde la atención se centra más en el celebrante o en los asistentes que en el Señor.
  • Presencia de elementos ajenos al culto dentro del templo.
  • Improvisación constante de oraciones y ritos fuera de lo establecido.
  • Uso de la Eucaristía como cierre de eventos de naturaleza política, social o ambiental.
  • Sustitución de cánticos de alabanza por consignas.
  • Empleo de vestimentas, símbolos o decoraciones que no respetan la sobriedad litúrgica.

Lo más grave es que estas prácticas se justifican como una forma de acercar la liturgia a la gente. Sin embargo, lo que se logra es lo contrario: alejar a las personas del misterio, del silencio y de la adoración. No se trata de volver a un pasado idealizado, sino de recuperar lo esencial: que la liturgia es encuentro con Cristo, no una afirmación de nosotros mismos.


¿Qué está en Juego?

Está en juego la fe misma del Pueblo de Dios. La liturgia forma la fe: como se celebra, se cree. Si la Eucaristía se banaliza, la fe eucarística se debilita. Si el altar se convierte en escenario, el misterio se convierte en teatro.

También está en juego la unidad de la Iglesia. Una liturgia ideologizada divide, enfrenta y crea guetos espirituales. El lenguaje simbólico común se rompe. Cada grupo “celebra a su manera” y la comunión se desvanece. La liturgia es el rostro visible de la Iglesia; cuando ese rostro se desfigura, el mundo deja de ver a Cristo.

Finalmente, está en juego la evangelización. Una liturgia que no transparenta el misterio, que no es signo eficaz de la gracia, no transforma ni convierte. Se vuelve un espectáculo o una costumbre vacía. Las nuevas generaciones se alejan de estas celebraciones porque no encuentran allí a Dios, sino más de lo mismo que ven en el mundo.


Propuestas y Camino de Sanación

No se trata de una cruzada contra los abusos, sino de una verdadera conversión litúrgica. Algunas claves urgentes son:

  • Formación litúrgica integral: para todos los involucrados en la vida de la Iglesia. No basta con conocer los gestos; hay que comprender el misterio.
  • Recuperar el silencio, el asombro y la adoración: sin estos elementos, no hay liturgia viva.
  • Obediencia al rito: no como legalismo, sino como humildad ante lo que nos precede.
  • Cristocentrismo radical: que toda celebración tenga a Cristo como centro visible, y no al celebrante, ni al grupo, ni a una causa particular.
  • Discernimiento pastoral: no toda novedad es buena. No todo lo que emociona edifica. Hay que distinguir entre lo pastoralmente oportuno y lo espiritualmente fiel.

Cierre: No Manipulen lo Sagrado

La Iglesia está llamada a custodiar el misterio, no a manipularlo. El altar no es un lugar para exhibirse ni un canal de expresión ideológica. Es el lugar donde Dios se entrega, donde Cristo se hace Pan, donde el Espíritu actúa en el silencio. Una Iglesia que banaliza su liturgia banaliza su alma. Una Iglesia que manipula su culto pierde su fuerza profética.

La liturgia no nos pertenece. No somos sus dueños, sino siervos del misterio. El verdadero progreso litúrgico no está en la creatividad sin límites, sino en una participación más plena, más consciente y más reverente. Quizá sea hora de volver a caer de rodillas, de callar más y hablar menos, de comprender que no hay Iglesia sin liturgia sagrada, y no hay liturgia sagrada si el altar se convierte en trinchera ideológica.

©Catolic.ar

Héctor Zordán Diócesis de Gualeguaychú Obispo Zordán
catolic.ar liderazgo católico en Argentina sitio católico profético noticias Iglesia Argentina referente católico contemporáneo periodismo católico comprometido voz profética de la Iglesia comunicación cristiana del siglo XXI evangelización digital católica sitio de pensamiento católico argentino

SIN COMENTARIOS

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

Exit mobile version