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viernes, agosto 8, 2025

El Eco de un Pastor: El Cardenal Estanislao Karlic, un Legado que Permanece

Hoy, 8 de agosto de 2025, el cielo de la Iglesia en Argentina y en el mundo se ilumina con la llegada a la Casa del Padre de uno de sus hijos más nobles y queridos: el Cardenal Estanislao Estéban Karlic.

A los 99 años, en la serena quietud del Hogar sacerdotal Jesús Buen Pastor en Paraná, este hombre de fe profunda y vida sencilla culmina su camino terrenal. Su partida no es un punto final, sino el eco de una existencia dedicada al servicio, un testimonio de humildad que resonará por generaciones.

La noticia, confirmada por el arzobispado de Paraná, llena de pesar a una comunidad que lo vio como padre y pastor. Sin embargo, en la tristeza de la despedida, emerge la luz de una vida que fue un faro de esperanza.

Su reciente hospitalización, de la que se recuperó con notable fortaleza, fue el preludio de un encuentro definitivo, un camino final que recorrió con la misma dignidad que caracterizó cada uno de sus pasos.

Una Llamada Profética de un Nuevo Pontífice

Pocos meses antes de su adiós, el Cardenal Karlic fue protagonista de un gesto que subraya la estima y el respeto que inspiraba. El flamante Papa, León XIV, no dudó en tomar el teléfono para brindarle su cercanía y sus oraciones tras su operación.

En esa llamada, cargada de una profunda humanidad, el Santo Padre agradeció, en español, el servicio de un hombre que, a pesar de su debilidad física, se mantuvo alerta y consciente, impresionado por el recuerdo de una antigua amistad.

Este vínculo, forjado en Roma cuando el actual pontífice era prior general de la Orden de San Agustín, revela la profunda comunión que unía a Karlic con los pastores de la Iglesia universal, trascendiendo títulos y geografías.

Un Constructor de Puentes, un Pastor de Corazones

Estanislao Karlic nació en Oliva, Córdoba, el 7 de febrero de 1926. Hijo de Juan y Emilia, su padre, un maestro mayor de obra, le transmitió sin saberlo una vocación que iría más allá de las construcciones terrenales.

Karlic sería un arquitecto de la fe, un constructor de puentes entre el cielo y la tierra. Formado en el Seminario Mayor de Córdoba y en la prestigiosa Universidad Pontificia Gregoriana de Roma, su inteligencia se forjó en las fuentes de la fe, pero su corazón se mantuvo siempre anclado en la realidad de su pueblo.

Su ministerio episcopal, iniciado como obispo auxiliar de Córdoba junto al Cardenal Raúl Primatesta, fue un apostolado de cercanía. Seis años después, en 1983, llegó a Paraná como arzobispo coadjutor y administrador apostólico, para luego asumir plenamente el gobierno de la diócesis en 1986. Durante diecisiete años, Karlic fue un pastor incansable, comprometido con su gente y con los desafíos de su tiempo.

Su liderazgo trascendió su diócesis. Su voz serena y su sabiduría fueron fundamentales en la Comisión para la redacción del nuevo Catecismo de la Iglesia Católica, demostrando su rigurosidad teológica.

Como Presidente de la Conferencia Episcopal Argentina durante dos periodos consecutivos (1996-2002), se convirtió en un referente moral y espiritual para el país en tiempos de profundas crisis. No era un estratega político, sino un pastor con mirada profética, que buscaba discernir los signos de los tiempos a la luz del Evangelio, promoviendo el diálogo y la justicia social como pilares de la convivencia.

El Purpurado de la Humildad

El Papa Benedicto XVI lo elevó al Colegio Cardenalicio en 2007. Este honor, lejos de alejarlo de su pueblo, subrayó su sencillez.

El título de Cardenal de la Santísima Virgen María de los Dolores en la Plaza Buenos Aires no fue para él una distinción de poder, sino un recordatorio constante del servicio y el dolor redentor de la fe. Su purpurado fue un manto de humildad, un testimonio de que la verdadera grandeza se encuentra en el servicio y la discreción.

El Cardenal Karlic, con su sonrisa amable y su mirada penetrante, fue un maestro de la sencillez. Su vida fue un eco de las palabras de San Agustín, un recordatorio de que en la fragilidad humana habita la fuerza de Dios. Nos enseñó que la santidad no es un privilegio de unos pocos, sino la vocación de todos, vivida con fidelidad en las pequeñas cosas del día a día.

Hoy, la Iglesia encomienda su alma a nuestra Madre del Rosario. Su partida deja un vacío, pero también un legado inmenso.

El Cardenal Karlic no solo fue un obispo, un cardenal, un líder. Fue un pastor con olor a oveja, un profeta que supo escuchar a su tiempo y un testigo vivo de que la fe es la fuerza más poderosa para transformar el mundo.

Que su ejemplo nos inspire a vivir con la misma humildad y dedicación, construyendo una Iglesia más cercana, más humana y más profética.

©Catolic.ar

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