María y Javier se casaron hace 20 años. Eran muy jóvenes y daban el paso al matrimonio entendido como una vocación, llenos de ilusiones y con la idea de ampliar pronto la familia con sus propios hijos, como parte de su proyecto de vida común. Pero Dios tenía otros planes para la pareja.
Después de sufrir 3 abortos, a María tuvieron que extirparle las trompas y la posibilidad de tener hijos de forma natural se acabó para siempre. Los métodos artificiales que propone la sociedad, por aceptados que estén, no era para ellos una alternativa, en coherencia con su fe.
La opción de adoptar era algo que, de algún modo, siempre había estado en el corazón de María. Pero la pareja nunca había hablado de esa posibilidad.
Providencialmente, se cruzó en su camino una llamada a la adopción. Se informaron y se formaron. En ese proceso, conocieron un programa específico para adoptar grupos de hermanos.
Ya habían aceptado su matrimonio sin hijos, pero surgió una llamada
Como quien dice de un día para otro, el matrimonio que había vivido 13 años sin grandes preocupaciones y que ya había aceptado y superado la realidad de que no podrían tener hijos biológicos, abrieron las puertas de su casa y su corazón a tres niñas, tres hermanas que habían vivido por separado la experiencia de estar unos meses antes en familias de acogida.
Eran conscientes de los problemas que acompañan a estos niños. Viven en contextos muy diversos pero de gran dificultad que imprimen en ellos heridas, o traumas o fobias de diverso alcance. Para ellos fue un gran cambio. Pasaban de ser dos a cinco. Se encontraron con el reto de comprender, y aprender, lo que cada uno necesitaba y podía aportar para construir una familia.
Sin Dios, es imposible
Los niños adoptados o acogidos siguen soportando aun en nuestros días el estigma de su condición. «Es un error querer hijos perfectos», dice Javier. Ningún niño, biológico o no, viene con manual de instrucciones, recuerda, y ser padre o madre tampoco es algo que surge, sino que se trabaja y se construye.
Todos tenemos nuestros defectos, de niños o de mayores, añade. Y dejan claro también que «los problemas que van surgiendo, en ningún caso es porque mis hijas sean adoptadas. Ellas no tienen la culpa, ni la tiene la adopción».
Por eso, lo que también saben con total certeza es que la clave de todo es «poner a Dios en el centro» del matrimonio y de la familia, «porque si no, es imposible», señala Javier. «Cuando pierdes de vista a Dios, pierdes el horizonte», afirma.
La acogida de urgencia, otra oportunidad de vida y futuro para millones de niños
Pasado un tiempo de adaptación para todos, la concienciación de que en el mundo hay millones de niños que crecen sin el calor de una familia, vulnerables a abusos, explotación o en el mejor de los casos, a crecer sin la más mínima muestra de afecto, hizo que María y Javier se lanzaran a otro compromiso difícil: la acogida de urgencia.
Este otro programa permite acompañar a niños sin familia, o con familias en graves dificultades, la posibilidad de conocer un apego positivo, unos padres y, en este caso, unos hermanos de acogida que les brinden el amor necesario para que esos niños puedan crecer sanos y afianzar en ellos las posibilidades de un futuro mucho menos sombrío.
El matrimonio, con el acuerdo de sus hijas -porque la acogida requiere del consenso de todos, apunta María-, ya ha acogido a tres niños. Pasan uno tiempo con ellos hasta que vuelven a su familia biológica. Cuando llega el momento de «devolver» a estos niños, hay que pasar un duelo, pero «no podemos quedarnos con el dolor, sino con la labor», señala María.
Es verdad que el amor mueve montañas
Hay muchas opciones que todavía se desconocen para que muchísimos niños puedan tener una oportunidad de vivir con dignidad, para que crezcan sintiéndose seres queridos y no desechos en esta sociedad.
Por eso, María y Javier, desde su testimonio y experiencia personal, animan a mirar hacia estas realidades tan dolorosas, porque todos podemos hacer algo más y porque, eso de que «el amor mueve montañas», no son sólo palabras, es una gran verdad.
El milagro de Possum Trot
En estos días se estrena en cines de España la película ‘Sonido de esperanza. El milagro de Possum Trot’ basada en hechos reales y de los mismos productores que Sound of freedom (Sonido de libertad). El largometraje da visibilidad, sin edulcorantes, a la realidad de la adopción y la acogida.
Una posibilidad de conocer el poder transformador del amor cuando la apuesta es auténtica, y que sólo con amor también y con confianza en Dios, se pueden acabar superando todas las dificultades.
Una fuerte llamada a las conciencias, al sentido de comunidad, a la responsabilidad social, y al amor como la más poderosa fuente de sanación y arma para cambiar este mundo.