Desde el Concilio Vaticano II hasta el reciente documento final del Sínodo de la Sinodalidad de 2024, la Iglesia ha proclamado la centralidad de los laicos en la evangelización y en la vida parroquial.
Sin embargo, en la práctica, el modelo clericalista sigue imperando, relegando a los fieles laicos a un papel secundario. Esta tensión se refleja con claridad en el documento La conversión pastoral de la comunidad parroquial al servicio de la misión evangelizadora de la Iglesia (2020), que si bien propone una renovación en la dinámica parroquial, no ha logrado cambiar la realidad en muchas comunidades donde las decisiones siguen dependiendo exclusivamente del sacerdote.
Néstor Ojeda
Vaticano II: la promesa de una Iglesia del Pueblo de Dios
El Concilio Vaticano II (1962-1965) representó un punto de inflexión al proclamar una eclesiología de comunión. La Constitución Dogmática Lumen Gentium (1964) definió a la Iglesia como el “Pueblo de Dios” (LG 9), insistiendo en que todos los bautizados participan en la misión de Cristo.
De manera específica, Apostolicam Actuositatem (1965) exhortó a los laicos a asumir su papel evangelizador en el mundo y en las estructuras eclesiales. Sin embargo, desde entonces, la implementación de estos principios ha sido desigual y muchas veces obstaculizada por estructuras parroquiales que siguen centradas en la autoridad del clero.
La conversión pastoral: entre la teoría y la realidad
El documento La conversión pastoral de la comunidad parroquial al servicio de la misión evangelizadora de la Iglesia (2020) refuerza la idea de que la parroquia debe dejar de ser un simple centro administrativo y convertirse en una comunidad misionera. Señala la importancia de los laicos y de los Consejos Pastorales Parroquiales (CPP) en la toma de decisiones.
No obstante, en la práctica, muchos CPP siguen siendo consultivos y no vinculantes, lo que permite que los sacerdotes continúen ejerciendo un liderazgo unilateral, sin que la participación laical tenga un impacto real en las decisiones.
El Sínodo de la Sinodalidad: un diagnóstico claro, pero sin cambios profundos
El documento final del Sínodo de la Sinodalidad de 2024 reafirma la urgencia de una mayor participación de los laicos en la Iglesia. Destaca la necesidad de superar el clericalismo y de fortalecer estructuras de sinodalidad efectiva, donde el discernimiento y la toma de decisiones sean verdaderamente compartidos.
Sin embargo, el texto no propone mecanismos concretos para garantizar que esta participación sea vinculante, dejando abierta la posibilidad de que las estructuras clericales mantengan su dominio en la vida parroquial.
El clericalismo como obstáculo estructural
El Papa Francisco ha denunciado reiteradamente el clericalismo como uno de los mayores males dentro de la Iglesia. En Evangelii Gaudium (2013), advirtió que “el laico clericalizado es una consecuencia del clericalismo y esa es una deformación del cristianismo” (EG 102).
Sin embargo, pese a estas advertencias, en muchas parroquias el sacerdote sigue actuando como la única autoridad efectiva, sin compartir genuinamente el gobierno pastoral con los laicos.
En numerosos testimonios recogidos en el marco del Sínodo, los laicos expresaron frustración por la falta de espacios reales de decisión y por la resistencia de algunos sacerdotes a ceder responsabilidades. Aunque existen iniciativas exitosas, siguen siendo excepciones en un sistema que, en su mayoría, sigue aferrado a un modelo piramidal.
Propuestas para una participación efectiva de los laicos
Si la Iglesia realmente desea implementar la sinodalidad en la vida parroquial, es necesario pasar de los documentos a las acciones concretas. Algunas medidas urgentes podrían ser:
- Fortalecer los Consejos Pastorales Parroquiales: hacer que sus decisiones sean vinculantes y no meramente consultivas.
- Formación para la corresponsabilidad: tanto sacerdotes como laicos deben ser educados en una cultura de comunión y toma de decisiones compartida.
- Auditorías eclesiales: establecer mecanismos de evaluación periódica para garantizar que las parroquias sean verdaderamente sinodales.
- Mayor apertura a ministerios laicales: la promoción de ministerios laicales con verdadera autoridad pastoral dentro de la comunidad.
Conclusión: entre la esperanza y la urgencia
La Iglesia tiene en sus manos una gran oportunidad para pasar del discurso a la acción. La sinodalidad no puede quedarse en meros pronunciamientos, sino que debe reflejarse en estructuras concretas que permitan a los laicos asumir plenamente su vocación dentro de la Iglesia. Mientras los sacerdotes sigan decidiendo de manera discrecional y sin compartir verdaderamente la autoridad, la conversión pastoral será solo una ilusión y no una realidad.
El tiempo de los laicos no es un ideal del futuro; es una urgencia del presente. Si la Iglesia no avanza en esta dirección, corre el riesgo de perder la credibilidad de aquellos que, habiendo sido llamados a ser protagonistas, siguen siendo postergados en su propia casa.
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