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domingo, agosto 10, 2025

En su vida sólo perseguía el éxito profesional y personal, hasta que «el Señor le dirigió unas palabras…»

Silvia Ayuso es una mujer luchadora y trabajadora, feliz esposa y madre. Arrastró durante décadas la profunda herida que le causó el abandono de su padre cuando era muy niña.

Se independizó muy joven y estaba convencida de que todo el sentido de su vida se resumía en un objetivo: alcanzar el éxito profesional.

Siempre había estado en la búsqueda constante de “ese algo” que tanto cuesta definir e identificar; eso que solemos llamar “felicidad o plenitud”. Mientras centraba su vida en el reconocimiento social y profesional, Silvia investigaba para “autocompletarse” con ese algo indefinido.

Una inquietud que la llevó a explorar diferentes espiritualidades y terapias alternativas.

En 2020 Silvia vivía felizmente, o así lo percibía ella: era una profesional de éxito, casada con un hombre maravilloso y madre de dos hijos, formaban una familia en armonía.

Pero, con todo, seguía teniendo esa tristeza que arrastraba desde siempre en un lugar muy profundo de su corazón.

“Vivía en mi, pensaba que era la creadora de mí misma, de todo lo que era y había conseguido”, dice Silvia. Un día, charlando con su madre, surgió de improviso una conversación sobre la Biblia y un tema pendiente: el perdón.

La Palabra se hizo viva en ella de una forma sobrenatural y le dejó la impronta de una frase:

“Así fue y éste es el camino”

A pesar de una experiencia tan contundente, Silvia pasó dos años en búsqueda y dudando de esa Verdad que se le había revelado. De nuevo todo daría un giro cuando, por primera vez en su vida Silvia admitía que ella sola no podría avanzar en la fe. “Si este es el camino, ayúdame a caminarlo, porque yo sola no puedo”.

En su vida fueron apareciendo personas muy distintas de las que solían rodearla en su entorno profesional. También un retiro de Emaús

Silvia se dio cuenta de que había estado sorda y ciega de espíritu y de corazón. Se refugió en la Virgen, le pidió amparo y guía. “He dejado de correr para caminar con María hacia Jesús, y no me ha dejado ni un solo día”.

“Todo eso está muy bien pero, ¿qué vas a hacer con ello?”

Una conversión te puede llevar a vivencias muy profundas, a poner la espiritualidad en un lugar relevante de tu vida, pero también te puede confundir y vivir en discordancia con el día a día. Hay que bajar de las nubes. A Silvia le hicieron una gran pregunta clave cuando hablaba de su proceso de transformación personal y espiritual. La cuestión es que “todo eso está muy bien pero, ¿qué vas a hacer con ello?”.

Una gran interrogante que le llevó a dar nuevos pasos. Empezó a frecuentar la Iglesia (no había vuelto a misa desde su Primera Comunión) y, poco a poco, a conocer mejor la fe católica.

Impactada por la película ‘Medjugorje’, pidió a la Virgen que la ayudara a dibujar una hoja de ruta para el nuevo camino que Dios le estaba mostrando. Empezó a prepararse para la Confirmación, pero no podía recibir el sacramento porque estaba casada por lo civil.

Se reafirmó el amor al Señor y su determinación por reordenar su vida en todo para poder agradarle. Su marido le hizo el gran regalo de proponer una vida marital en castidad hasta que Silvia pudiera hacer la Confirmación y recibir la Eucaristía por primera vez en décadas.

En 2024, la pareja pudo contraer matrimonio por la Iglesia. Otro sacramento con el que ambos, ahora, siguen caminando en esta vida y aspirando a llegar juntos al Cielo.

Fuente: Mater Mundi

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