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sábado, agosto 9, 2025

Iglesia Católica y Ritualismo: Signos de una Iglesia en Apuros

Leandro Antúnez

En los últimos años, la Iglesia Católica en Argentina ha sido testigo de un resurgir del debate sobre la forma adecuada de recibir la Eucaristía. En particular, una nueva generación de sacerdotes está promoviendo con fuerza la comunión exclusivamente en la boca y de rodillas, en oposición a la práctica de recibirla de pie y en la mano. Este fenómeno, lejos de ser un tema menor, refleja una tensión más profunda dentro de la Iglesia sobre la relación entre tradición y modernidad, y sobre la sacralidad en la liturgia.

El tema no es nuevo, pero en la actualidad está cobrando mayor visibilidad, en parte debido al papel de jóvenes sacerdotes que ven en la recuperación de ciertas prácticas litúrgicas un camino para revitalizar la fe de los fieles. Al mismo tiempo, se han registrado conflictos dentro de la jerarquía eclesiástica en torno a este asunto, siendo el caso del Seminario de San Rafael uno de los episodios más notorios en la historia reciente de la Iglesia en Argentina.

Un cambio histórico: ¿cómo y por qué se habilitó la comunión en la mano?

Hasta mediados del siglo XX, la única forma permitida en la Iglesia Latina para recibir la Eucaristía era en la boca. Sin embargo, en la década de 1960, en algunos países comenzaron a surgir prácticas que permitían a los fieles recibir la comunión en la mano, lo que llevó al Papa Pablo VI a intervenir en el tema.

En 1969, la Santa Sede publicó la instrucción Memoriale Domini, en la que reafirmó la comunión en la boca como la práctica normativa de la Iglesia, basada en siglos de tradición y en la convicción de que esta forma expresaba mejor la reverencia debida al Santísimo Sacramento. Sin embargo, el documento también dejaba abierta la posibilidad de conceder la comunión en la mano de manera excepcional si las conferencias episcopales de ciertos países así lo solicitaban y la Santa Sede lo aprobaba.

Los obispos que promovieron esta excepción argumentaron que la práctica tenía antecedentes en la Iglesia primitiva y que permitirla favorecería una participación más activa de los fieles en la liturgia. En Argentina, la Conferencia Episcopal solicitó y obtuvo esta autorización, estableciendo así la posibilidad de comulgar en la mano como una opción válida.

En Argentina, la práctica de recibir la comunión en la mano fue autorizada oficialmente el 26 de abril de 1996, cuando la Conferencia Episcopal Argentina solicitó y obtuvo el indulto correspondiente de la Santa Sede.

Hasta esa fecha, Argentina se mantenía como uno de los pocos países que aún rechazaba esta práctica, introducida en otras regiones a finales de la década de 1960. La autorización en 1996 permitió que los fieles pudieran optar por recibir la comunión en la mano, además de la forma tradicional en la boca.

Esta decisión se enmarca en las reformas litúrgicas posteriores al Concilio Vaticano II, que buscaban una participación más activa de los fieles en la liturgia. Sin embargo, la implementación de la comunión en la mano ha sido objeto de debate, con algunos sectores del clero y laicos expresando preocupación por una posible disminución del sentido de lo sagrado y la reverencia hacia la Eucaristía.

El caso del Seminario de San Rafael: un punto de quiebre en el debate

Uno de los episodios más significativos de este debate en Argentina se produjo en el Seminario de San Rafael, Mendoza. Durante la pandemia de COVID-19, muchas diócesis adoptaron medidas sanitarias que incluían la obligación de recibir la comunión únicamente en la mano, con el argumento de evitar contagios.

Sin embargo, en el Seminario de San Rafael, los formadores y seminaristas se negaron a acatar esta norma, sosteniendo que la única forma adecuada de recibir la comunión era en la boca. Para ellos, aceptar la comunión en la mano implicaba un acto de irreverencia y una ruptura con la tradición litúrgica de la Iglesia.

Este desacuerdo llevó a un enfrentamiento con el obispo de la diócesis, Eduardo María Taussig, quien insistió en que se debía obedecer la disposición sanitaria. Ante la resistencia del seminario, la Santa Sede tomó la decisión de cerrarlo en 2020, lo que provocó un gran impacto en el ámbito eclesial argentino.

Para muchos fieles y sacerdotes, el cierre del seminario fue visto como una medida desproporcionada y como un castigo hacia quienes buscaban preservar la sacralidad en la liturgia. Para otros, fue una señal de la autoridad episcopal frente a un acto de desobediencia. Sea como fuere, este episodio marcó un antes y un después en la discusión sobre la forma de recibir la comunión en Argentina.

¿Signos de crisis o de renovación?

El resurgimiento del ritualismo y el énfasis en la comunión en la boca y de rodillas no es un fenómeno aislado. A nivel mundial, en varias diócesis se ha observado un creciente interés por recuperar prácticas litúrgicas que enfatizan la sacralidad. En muchos casos, esto se da en reacción a lo que algunos consideran una excesiva relajación en las formas litúrgicas y una pérdida del sentido de lo sagrado en la Iglesia contemporánea.

Este debate no es solo una cuestión de formas externas, sino que revela una tensión más profunda en la Iglesia sobre su identidad y su futuro. ¿La recuperación de ciertas prácticas tradicionales es un signo de vitalidad espiritual o una reacción ante una crisis de identidad? ¿Se corre el riesgo de caer en un legalismo litúrgico, donde las formas se priorizan por encima del encuentro con Cristo?

Lo cierto es que, en Argentina, una nueva generación de sacerdotes está promoviendo la comunión en la boca y de rodillas como un acto de fidelidad a la tradición y de profunda reverencia al Santísimo Sacramento. Para sus defensores, esta práctica es una expresión visible de fe y adoración, mientras que para sus críticos, representa una visión demasiado rígida de la liturgia.

El futuro de este debate dentro de la Iglesia argentina dependerá en gran medida de la respuesta de los obispos y del clero en los próximos años. ¿Se impondrá nuevamente la comunión en la boca como norma general? ¿Seguirá habiendo espacio para ambas formas? Lo que es indudable es que la cuestión litúrgica seguirá siendo un tema central en la vida eclesial.

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