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Concepción del Uruguay
lunes, diciembre 1, 2025

Una Iglesia que escuche antes de decidir: el desafío pendiente del Sínodo diocesano

En septiembre de 2025, la diócesis anunció la creación de una Comisión para acompañar el proceso sinodal.

El Sínodo diocesano

La diócesis inició la implementación del Sínodo

Un resumen de las propuestas. . .

Sin embargo, más allá de la noticia institucional, el verdadero desafío sigue siendo discernir juntos qué tipo de Iglesia estamos llamados a ser.

Este documento —presentado originalmente al Obispo— busca ofrecer una mirada lúcida y esperanzada sobre el camino que se abre. . .

Texto Principal:

📜 Prólogo al Documento de Trabajo Ampliado

“Discernir juntos los caminos del Espíritu”
Diócesis de Gualeguaychú — Etapa post-sinodal (2025)

Mons. Héctor Luis Zordán

En el marco del camino sinodal que la Iglesia universal viene transitando, y a la luz del Documento de Síntesis del Sínodo de la Sinodalidad (octubre de 2024), el presente texto busca ofrecer una lectura comparada entre las propuestas diocesanas recientemente difundidas y las líneas de acción planteadas por el discernimiento eclesial global.

Su intención no es evaluar ni calificar, sino aportar elementos de reflexión que ayuden a fortalecer la participación activa de todos los bautizados, en especial de los laicos y laicas, en el ejercicio corresponsable de la misión evangelizadora.

Este documento se presenta, por tanto, como un instrumento de trabajo abierto, orientado a:

  1. Favorecer el diálogo pastoral entre sacerdotes, religiosos y laicos.
  2. Identificar convergencias y posibles omisiones respecto del magisterio sinodal.
  3. Proponer caminos prácticos para la aplicación local de las orientaciones sobre el rol operativo de los laicos en la vida de la Iglesia.
  4. Enriquecer la planificación diocesana en clave de comunión, participación y misión.

El texto ha sido elaborado desde una perspectiva laical comprometida, con profundo respeto por el ministerio episcopal y con el deseo de servir al discernimiento comunitario de la Diócesis de Gualeguaychú.
Lejos de pretender un juicio externo, su espíritu es colaborar con la claridad y la valentía profética que el Espíritu Santo suscita en todo el Pueblo de Dios, especialmente en este tiempo de escucha y renovación.

Que el Señor nos conceda caminar juntos, en fidelidad a su Evangelio y al servicio de su Iglesia,
para que la sinodalidad no sea un concepto, sino una práctica que transforme la vida pastoral cotidiana.

Con estima y en comunión fraterna,

Néstor Ojeda
Comunicador católico y laico de la Diócesis de Gualeguaychú
Concepción del Uruguay, octubre de 2025

I. Introducción metodológica

Este documento fue elaborado a partir de la comparación sistemática entre los ocho puntos programáticos presentados por la Diócesis de Gualeguaychú bajo el lema “También yo los envío” y las orientaciones emanadas del Documento de Síntesis del Sínodo de la Sinodalidad (octubre de 2024) titulado “Una Iglesia sinodal en misión”.

El objetivo fue identificar:

  • Coincidencias temáticas.
  • Omisiones significativas, especialmente sobre el papel de los laicos.
  • Grados de concreción operativa.
  • Propuestas de mejora que traduzcan la inspiración sinodal en acción pastoral concreta.

Se privilegió el enfoque operativo, es decir, cómo las líneas del Sínodo pueden traducirse en prácticas, estructuras y procesos reales en la vida diocesana.


II. Análisis comparativo general

Tema del Documento SinodalPunto Diocesano CorrespondienteOmisiones o Ambigüedades DetectadasPropuesta Operativa Concreta
Participación laical efectiva en la toma de decisiones eclesiales.“Implementar la sinodalidad en instituciones educativas y formación ministerial.”El punto diocesano se limita al ámbito educativo y formativo, omitiendo la dimensión decisional y estructural de la sinodalidad.Instituir Consejos Pastorales Parroquiales y Diocesanos vinculantes, con participación equitativa de laicos, consagrados y clero. Capacitar a los laicos en discernimiento comunitario.
Conversión pastoral del clero hacia la corresponsabilidad laical.“Revisar y mejorar la formación de seminaristas y pastores.”La intención es buena, pero carece de definición sobre qué tipo de revisión y con qué objetivos sinodales.Incorporar módulos obligatorios de formación sinodal y liderazgo compartido en los seminarios. Promover convivencias laico-sacerdotales para cultivar una cultura de comunión.
Comunicación eclesial y cultura digital.“Educar en el uso crítico de medios digitales.”Falta visión misionera: se enfoca en el “uso crítico” pero no en la evangelización digital ni en la presencia de la Iglesia en los nuevos areópagos.Crear un Equipo Diocesano de Comunicación Misionera, integrado por laicos con formación profesional, para promover presencia evangelizadora en redes.
Compromiso social y político de los laicos.“Reforzar la Enseñanza Social de la Iglesia.”El planteo es genérico y no define actores, metas ni espacios de aplicación.Establecer escuelas de Doctrina Social Católica para laicos, con orientación práctica (ética pública, economía, política, medioambiente).
Prevención y justicia ante abusos.“Priorizar la protección de menores y personas vulnerables.” y “Garantizar acompañamiento a víctimas.”Alineación correcta, aunque sin detallar protocolos, estructuras de escucha o transparencia.Crear una Oficina Diocesana con laicos expertos en derecho y psicología, dependiente directamente del Obispo, con informes públicos anuales.
Ecología integral y justicia.“Promover la justicia, la paz y la ecología integral.”Coincide plenamente con la orientación sinodal, aunque sin metas verificables.Formular un Plan Diocesano de Ecología Integral, con participación de jóvenes y parroquias rurales.
Formación integral y misión.“Formar integralmente para transformar la sociedad desde el Evangelio.”Buena formulación, pero no especifica destinatarios ni modalidades.Desarrollar itinerarios formativos diferenciados para laicos adultos, jóvenes y agentes pastorales. Crear un Centro de Formación Sinodal Diocesano.

III. Observaciones críticas y omisiones relevantes

  1. Ausencia del laicado como sujeto eclesial activo.
    El documento diocesano presenta al laico principalmente como “receptor” de formación, no como “protagonista corresponsable” de la misión. Falta una visión de la autoridad compartida y de la participación efectiva en los órganos de gobierno pastoral.
  2. Falta de concreción estructural.
    Las expresiones son aspiracionales pero no operativas. No se mencionan plazos, responsables, ni mecanismos de evaluación, lo que diluye la dimensión transformadora del proceso sinodal.
  3. Omisión del rol profético y evangelizador de los laicos en la sociedad.
    No aparece la llamada sinodal a un laicado presente en el mundo del trabajo, la cultura, la política y los medios. La sinodalidad no se limita al ámbito intraeclesial, sino que debe proyectarse hacia la transformación del mundo.
  4. Enfoque clerical en la formación.
    Al priorizar la revisión de la formación de seminaristas sin articularla con la formación de laicos, se mantiene una visión piramidal. El Sínodo, en cambio, propone una formación sinodal compartida entre ministerios ordenados y no ordenados.
  5. Escasa referencia a los ministerios laicales instituidos y nuevos servicios.
    El Documento sinodal anima a reconocer y multiplicar ministerios como el de catequista, animador comunitario, ministro de la Palabra, etc. El texto diocesano no contempla este desarrollo.

IV. Propuestas operativas para fortalecer la dimensión laical post-sinodal

  1. Creación de un Consejo Pastoral Diocesano con voto consultivo y vinculante.
    Incluir al menos un 50% de laicos (hombres y mujeres) con representación territorial y sectorial.
  2. Centro de Formación Sinodal “Caminar Juntos”.
    Institución diocesana de formación en liderazgo, discernimiento y corresponsabilidad pastoral, abierta a laicos, religiosos y clero.
  3. Ministerios laicales instituidos y reconocidos.
    Promover y formar ministros de la Palabra, del Consuelo, de la Escucha y del Servicio, en coherencia con el Magisterio reciente y la práctica sinodal.
  4. Mesa de Comunicación y Evangelización Digital.
    Integrar periodistas, comunicadores y creativos católicos de la diócesis para una acción misionera en el entorno digital, bajo orientación pastoral pero con autonomía técnica.
  5. Escuela Diocesana de Doctrina Social y Transformación Cristiana.
    Formar laicos para el compromiso social, ambiental y político desde la fe.
  6. Oficina de Protección y Acompañamiento.
    Integrada por laicos profesionales, con mecanismos de transparencia, rendición pública anual y formación permanente.
  7. Plan de Pastoral Juvenil y Vocacional sinodal.
    Transversal a todas las áreas, con participación de jóvenes laicos en su diseño y ejecución.

V. Síntesis conclusiva

El camino sinodal no es una reforma de estructuras, sino una conversión espiritual y pastoral.

El Sínodo de 2024 ha insistido en que sin la participación real de los laicos, la sinodalidad se vuelve retórica.

La Diócesis de Gualeguaychú, al proponer su propio itinerario bajo el lema “También yo los envío”, manifiesta una buena disposición de apertura.

Sin embargo, para alinearse plenamente con el espíritu del Sínodo universal, es necesario pasar del enunciado a la acción, de la “formación” a la corresponsabilidad operativa, y del “acompañamiento” a la misión compartida.

El presente documento, elaborado con fidelidad eclesial y mirada profética, busca ser un aporte humilde pero concreto a esa tarea: que los laicos de nuestra diócesis, hombres y mujeres, jóvenes y adultos, puedan ser no solo evangelizados, sino evangelizadores; no solo oyentes, sino artífices de la comunión.

“El Espíritu Santo no distribuye dones para crear dependencias, sino para construir fraternidad.” (Documento Sinodal 2024


Una Iglesia que escuche antes de decidir

El desafío pendiente del Sínodo diocesano

Hay momentos en la vida eclesial que no admiten silencios largos. El anuncio de la implementación del proceso sinodal en nuestra diócesis, con la creación de una Comisión de acompañamiento, es sin duda un paso necesario. Pero la pregunta de fondo sigue siendo: ¿estamos realmente escuchando al Pueblo de Dios o apenas gestionando estructuras?

El documento que comparto hoy —el mismo que envié al Obispo y que dio origen a este texto— no pretende cuestionar decisiones, sino despertar una conciencia: el Sínodo no es un trámite administrativo ni una mesa de trabajo más. Es un acto espiritual y pastoral que exige conversión de mirada, de lenguaje y de corazón.

1. Escuchar antes de hablar

La escucha sinodal no comienza con encuestas ni termina con informes. Nace de una actitud interior. Significa bajar del pedestal de la costumbre y dejarse interpelar por el dolor y la esperanza de la gente común: los que se fueron, los que creen sin pertenecer, los que buscan a Dios en los márgenes. Si la Iglesia no aprende a escucharlos, seguirá hablando sola.

2. Discernir sin miedo

Una diócesis madura no teme preguntarse qué cosas ya no comunican vida. El discernimiento no es relativismo, sino amor a la verdad. Hay estructuras, lenguajes y estilos pastorales que se agotaron. Seguir sosteniéndolos por inercia es una forma de infidelidad evangélica. El Espíritu Santo no tiene nostalgia del pasado, sino sed de futuro.

3. Superar la pastoral del mantenimiento

Muchos consejos, comisiones y delegaciones diocesanas se crean con entusiasmo y terminan diluyéndose en la rutina o la burocracia. Se reparten responsabilidades, se redactan actas, se convocan reuniones… pero no siempre se transforma la vida. El riesgo del proceso sinodal es quedar atrapado en ese mismo esquema: decidir sin haber realmente escuchado.

4. La conversión pastoral que falta

La conversión pastoral no consiste en reorganizar estructuras, sino en volver al Evangelio con radicalidad. Una Iglesia sin oración no puede discernir; una Iglesia sin adoración no puede evangelizar; una Iglesia sin lágrimas no puede acompañar. Si el proceso sinodal no conduce a esa conversión profunda, será apenas un evento más.

5. Por una sinodalidad encarnada

El Sínodo solo será verdadero si encarna en la vida real de nuestras comunidades. No basta con documentos o diagnósticos. Hay que tocar la carne del pueblo, caminar con los pobres, curar heridas, reconciliar divisiones, abrir espacios de participación auténtica, especialmente para los laicos, las mujeres y los jóvenes que aún esperan ser escuchados.

6. La hora de los profetas

Cada tiempo de crisis es también tiempo de profetas. No se trata de adivinar el futuro, sino de decir la verdad con amor. Nuestra Iglesia diocesana necesita voces que no teman incomodar, que amen tanto al Cuerpo de Cristo que se atrevan a señalar sus heridas. Callar por respeto puede ser una forma de omisión; hablar con humildad y verdad, un acto de fidelidad.

7. Un camino que apenas comienza

Lo que aquí se propone no es una ruptura, sino un llamado. No se trata de oponerse, sino de despertar. El Espíritu sigue soplando, y quizás esté pidiendo algo nuevo: menos estructuras y más comunión, menos reuniones y más misión, menos control y más Espíritu.


Una esperanza que no se resigna

Este texto no busca convencer, sino invitar. El proceso sinodal es una oportunidad única para sanar vínculos, purificar intenciones y volver a creer en la fuerza del Evangelio vivido en comunidad.

No podemos dejar que se apague.

Porque una Iglesia que no escucha, termina hablando un idioma que nadie entiende.
Y una Iglesia que no discierne, termina obedeciendo al miedo más que al Espíritu.

©Catolic.ar

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