“Yo sabía que era diferente. Pero también sabía que Dios me llamaba.”
Con esta certeza en el corazón, Danna, un joven latinoamericano de apenas 19 años, decidió recorrer un camino que muchos consideran incompatible: el de vivir su orientación homosexual en plena fidelidad al Evangelio. Sin resentimientos. Sin doble vida. Con dolor, pero también con paz.
En tiempos donde el discurso se divide entre extremos —inclusión a toda costa o condena sin matices—, su testimonio aparece como una brújula profética para muchos.
🧭 Contexto cultural y pastoral
La Iglesia del siglo XXI se encuentra desafiada. Mientras algunos sectores reclaman una apertura total hacia las vivencias afectivas LGBT, otros reclaman fidelidad literal a la moral tradicional. En medio de esa tensión, miles de jóvenes como Danna buscan un lugar: ni militantes ideológicos ni negadores de su identidad. Quieren vivir su fe en verdad, en comunidad y en castidad.
Este tipo de experiencias exige una pastoral juvenil con mayor escucha, profundidad teológica y apertura espiritual. No como concesión, sino como gesto de fidelidad al mismo Jesús que acogía sin reducir su mensaje.
🙋♂️ El testimonio de Danna
Danna comenzó a identificarse como gay desde muy pequeño. Sin embargo, su encuentro con Dios no fue menor ni superficial. En lugar de alejarlo de la Iglesia, lo acercó aún más. Reconoció que su orientación no era pecado en sí misma, pero comprendió también que el llamado de Cristo incluía vivir la castidad, la entrega y la renuncia por amor.
“No se trata de reprimir, sino de amar en serio”, dice con una sonrisa franca.
En un retiro de sanación, la joven fue consciente de sus múltiples heridas de la infancia y concretamente del peso que tuvo en ella el abandono de su padre biológico.
“Me hizo pensar que los hombres son malos y que no era digna de su amor”, cuenta la joven, admitiendo su promesa de no volver a salir con hombres. “Me harían daño, me abandonarían o me dejarían. No quería estar con ellos”, pensaba.
Hoy vive su vocación como joven célibe, acompañado espiritualmente, sin odio hacia sí mismo ni hacia los demás. Cree en la santidad y sueña con ser santo, como cualquier otro católico fiel.
📜 A la luz del Magisterio
El testimonio de Danna encarna lo que el Catecismo de la Iglesia Católica enseña con claridad:
“Las personas homosexuales están llamadas a la castidad. Mediante virtudes como el dominio de sí, pueden acercarse —quienes lo deseen— a la perfección cristiana.” (CIC 2359)
También resuena con el llamado pastoral del Papa Francisco a acoger sin condenar, acompañar sin relativizar. Su historia desarma los slogans simplistas y pide un diálogo profundo, serio y espiritual.
📣 Un mensaje para otros jóvenes
En una época donde la sexualidad se presenta como única identidad válida, Danna demuestra que la fe no exige negarla, sino iluminarla. Y que la castidad no es represión, sino camino de libertad.
“No quiero imponer mi forma de vivir. Solo mostrar que se puede seguir a Cristo tal como soy, y con todo lo que soy”, afirma.
Esta historia no se puede encasillar. No sirve para que progresistas digan “la Iglesia ya cambió” ni para que conservadores excluyan en nombre de la pureza.
Danna incomoda a todos porque es fiel. Y porque su vida recuerda que la santidad no depende de etiquetas ni de ideologías, sino del amor concreto, obediente y audaz al Evangelio.
🧩 Preguntas para tu comunidad:
- ¿Hay lugar en tu parroquia para jóvenes como Danna?
- ¿Tus grupos juveniles ofrecen acompañamiento real y no militancia moral?
- ¿Qué significa “vivir en castidad” en el siglo XXI sin caer en dualismos ni frivolidades?
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