El arzobispo de Mendoza, monseñor Marcelo Colombo, presidió la Eucaristía dominical en la parroquia Cristo Rey de Guaymallén, donde reflexionó sobre la llamada de Moisés como signo de la identidad y misión del pueblo de Dios.
Recordó que Moisés, criado en la cultura egipcia, fue sorprendido por Dios a través de la zarza ardiente y llamado a reconocerse israelita, anunciando la liberación de su pueblo. “La historia de Moisés nos invita a reconocernos como parte de nuestro pueblo, superando la tentación del individualismo. La experiencia de Israel, transmitida a la Iglesia, nos recuerda que somos un pueblo de llamados, elegidos para una misión”, afirmó.
En este sentido, subrayó la importancia de la pertenencia a la Iglesia, lamentando que en ocasiones se pierda esta conciencia: “Llegamos a creer que el mundo empieza y termina en nosotros, cuando en realidad hemos sido llamados a la vida en comunidad, fruto del bautismo que nos une en la Fe”.
Monseñor Marcelo Colombo invitó a acercarse al misterio de Cristo con la misma reverencia con la que Moisés se descalzó ante la zarza ardiente. “Si Moisés pudo descalzarse ante el misterio de Dios para escucharlo, cuánto más nosotros, que hemos conocido el amor del Padre en Jesucristo, debemos acercarnos una y otra vez a su misterio, para reconocernos como sus hermanos y parte de su pueblo”, expresó.
Al reflexionar sobre la parábola de la higuera estéril, el arzobispo relacionó la historia con la misión de Jesús: “No podemos menos que pensar en Cristo y su ministerio de tres años entre nosotros. Suena como un reproche amargo, pues tras todo ese tiempo sigue sin ser reconocido por su pueblo, sin obtener los frutos esperados ante tanto rechazo”.
Sin embargo, subrayó que Jesús sigue apostando por la fecundidad de sus seguidores: “Él sigue siendo nuestra vida, Mediador ante el Padre, entregándose por nosotros para que demos frutos”.
Finalmente, concluyó con un llamado a la comunidad: “Queremos responder a la llamada de Dios a dar fruto, a no guardarnos los dones recibidos, a ser parte de un pueblo que encuentra en el Señor su fortaleza y su fecundidad”.
Fuente: AICA