La memoria reciente aún vibra con el eco de la Semana Social 2025. Un encuentro convocado bajo el manto del “legado de Francisco”, un Papa que, desde la Casa del Padre, sigue interpelando a su pueblo.
El evento, organizado por la Comisión Episcopal de Pastoral Social (CEPAS), ofreció un espacio de diálogo y reflexión en torno a cinco conversatorios centrales: Política y construcción de la Amistad Social, Leer la realidad desde las periferias, Economía y Trabajo, Pacto Educativo para el Cuidado de la Casa Común y Tecnología y Desarrollo Humano Integral.
Estos temas son, sin duda, cruciales para el presente y futuro de Argentina. Sin embargo, un observador atento, con la mirada puesta en los signos de los tiempos, no puede evitar la pregunta: ¿Se trató todo lo que se debía tratar?
Más allá de los valiosos paneles y las ponencias de expertos, hubo un subsuelo de realidades que apenas se rozó, o que directamente, quedaron en la oscuridad.
No se trata de una crítica destructiva, sino de un llamado profético, de una invitación a mirar de frente los propios desafíos para poder, con humildad y coraje, construir el futuro.
1. El dolor del éxodo: La crisis de las vocaciones más allá del laicado
El conversatorio sobre la amistad social y el pacto educativo destacó la importancia de la juventud como motor de cambio y la necesidad de un diálogo que incluya a las periferias. Esto es vital.
Sin embargo, mientras se hablaba de la participación de los jóvenes en la sociedad, se eludió la herida abierta de la Iglesia en Argentina: la crisis de las vocaciones sacerdotales y la silenciosa hemorragia de laicos que, de forma callada, abandonan las estructuras eclesiales.
El problema es multifacético. No es solo un asunto de falta de seminaristas, sino de la urgente necesidad de una profunda reconfiguración del clero. ¿Estamos formando pastores con olor a oveja, como nos pedía Francisco, o seguimos anclados en una clericalización que ahoga la creatividad, la audacia y el compromiso de los laicos?
El éxodo no se da solo en quienes se alejan, sino en los que se quedan sin ser plenamente acogidos y valorados en su ministerio. Una Iglesia que no mira de frente la crisis de sus vocaciones es una Iglesia que, sin darse cuenta, está cimentando su futuro sobre arenas movedizas.
El mismo laicado que se espera que construya la amistad social y el cuidado de la casa común, se siente, a menudo, sin un rol protagónico dentro de su propia comunidad de fe.
2. La sinodalidad: ¿Un lema o un modo de ser Iglesia?
El Papa Francisco hizo de la sinodalidad el corazón de su pontificado, y el mismo formato de la Semana Social, con sus conversatorios y paneles, era un reflejo de este espíritu de diálogo.
Pero, ¿se ha traducido realmente en un estilo de ser Iglesia? La sinodalidad no es una asamblea democrática ni un evento de tres días, sino un camino espiritual que exige un cambio de mentalidad radical. Implica una escucha mutua, un discernimiento comunitario y un reconocimiento del Espíritu Santo actuando en cada bautizado.
Los conversatorios fueron espacios de monólogos de expertos más que de diálogo horizontal. La nota pendiente aquí es el desafío de construir una Iglesia más participativa y menos jerárquica, donde el bautismo, más que la ordenación, sea el verdadero motor del servicio y la misión.
¿Están los obispos y sacerdotes dispuestos a compartir el poder, a escuchar con apertura a las mujeres, a los jóvenes, a los que piensan diferente? La sinodalidad, lejos de ser un tema más, es el método profético que la Iglesia necesita para abordar todos los demás desafíos.
Si no se profundiza en este camino, cualquier iniciativa, por bienintencionada que sea, corre el riesgo de ser una más en el vasto archivo de buenas intenciones.
3. La Economía de la Iglesia: ¿Transparencia y coherencia profética?
El conversatorio sobre “Economía y Trabajo” fue crucial para analizar la realidad laboral y la justicia social. Se habló de la distribución de la riqueza y del rol de los sindicatos, las empresas y las cooperativas.
Un abordaje vital. Sin embargo, no se debatió con la misma franqueza sobre la propia economía de la Iglesia. En un contexto de crisis y pobreza, la transparencia en la gestión de los bienes eclesiales es un imperativo moral y un signo de credibilidad.
¿Cómo se financian las parroquias, las obras de caridad y las diócesis? ¿Hay rendición de cuentas pública? La credibilidad del mensaje sobre la justicia social se fortalece cuando la propia institución es un ejemplo de coherencia en la administración de sus recursos.
Se habla de una “economía de Francisco” para el mundo, pero ¿se aplica dentro de las estructuras eclesiales? Este tema, que se eludió en el debate público, es un grito silencioso que resuena entre muchos laicos que sostienen económicamente a sus comunidades.
4. La Política de la Iglesia: ¿Mediadora o actor partidario?
El conversatorio sobre “Política y Construcción de la Amistad Social” contó con la participación de figuras de alto perfil. Este diálogo, aunque valioso, no abordó la tensión inherente en la relación de la Iglesia local con el poder político.
La cercanía o la distancia, el apoyo o la crítica, la voz profética o el silencio prudente son temas de gran actualidad que interpelan a la conciencia de los fieles y generan debate.
La Iglesia está llamada a ser profética, a defender a los más vulnerables, a ser voz de los sin voz, sin casarse con ninguna ideología. Este rol de mediadora y promotora del bien común es crucial en un contexto de polarización social y política.
La nota no se puede cerrar sin una autocrítica profunda sobre cómo la Iglesia se posiciona en el debate público y si su mensaje se percibe como verdaderamente evangélico o como un simple eco de intereses particulares.
La amistad social, tal como la soñaba Francisco, solo puede construirse desde una posición de libertad y autonomía, sin depender de la agenda de ningún gobierno.
El tiempo de la valentía: una mirada profética
La Semana Social 2025, con sus conversatorios, fue un espejo de las preocupaciones de la Iglesia y la sociedad en Argentina. Reflejó lo que nos duele y lo que nos ocupa.
Pero, como en todo espejo, también nos mostró lo que no queremos ver: los problemas internos de una Iglesia que busca renovarse mientras sus propias estructuras se resisten al cambio.
El legado de Francisco es un faro que ilumina el camino. Pero la Iglesia en Argentina no puede quedarse en el recuerdo del pasado. El futuro exige una mirada valiente y profética, que no le tenga miedo a la autocrítica ni a la fragilidad.
El llamado es a laicos, sacerdotes, obispos y religiosos a salir de las trincheras, a caminar juntos, a escuchar el grito del mundo y de los propios hermanos. Es el momento de sanar, de reconstruir, de renovar la fe en un Dios que no abandona a su pueblo, y de mostrarle al mundo que, a pesar de los desafíos, la esperanza cristiana sigue siendo el motor de un futuro de comunión y justicia.
Es la hora de la audacia.
©Catolic