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sábado, agosto 9, 2025

Un paso firme hacia la corresponsabilidad eclesial: Sor Tiziana Merletti y el impulso femenino en la vida consagrada

La designación de una mujer a la Secretaría del Dicasterio para la Vida Consagrada no es solo un nombramiento más en la Curia romana. Es un gesto profético, signo de una Iglesia que empieza a escuchar de verdad a las mujeres.

Por Redacción de catolic.ar


“Una Iglesia sinodal es una Iglesia de la escucha”. Estas palabras de Francisco —pronunciadas al abrir el proceso sinodal en 2021— resuenan hoy con más fuerza que nunca. El reciente nombramiento de la hermana Tiziana Merletti como Secretaria del Dicasterio para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica no es una simple designación burocrática. Es, para muchos, un paso concreto hacia esa conversión pastoral que el Espíritu ha venido suscitando en las entrañas del catolicismo contemporáneo.

El Papa León XIV, sucesor de Francisco, ha continuado con claridad esta línea: el 22 de mayo de 2025, confió este cargo a una mujer con amplio recorrido en el derecho canónico, la vida consagrada y la enseñanza. Nacida en Pineto, Italia, Sor Tiziana ingresó a las Hermanas Franciscanas de los Pobres en 1986 y no ha dejado de caminar al ritmo de los pobres, como su congregación lo pide. Doctora en Derecho Canónico y docente en la Universidad Antonianum, también ha acompañado a miles de mujeres consagradas desde la Unión Internacional de Superioras Generales (UISG).

Este nombramiento —junto con la permanencia de Sor Simona Brambilla como Prefecta del Dicasterio— marca un hito inédito: por primera vez en la historia de la Iglesia, dos mujeres religiosas ocupan simultáneamente los máximos puestos de conducción en un dicasterio romano. Un hecho que, leído con mirada de fe, puede interpretarse como un signo de los tiempos.


👣 La sinodalidad no es discurso: es opción concreta

En octubre de 2024, el Documento Final del Sínodo sobre la Sinodalidad no ahorró palabras:

“La necesidad de una conversión en las relaciones concierne inequívocamente a las relaciones entre hombres y mujeres. Las expresiones recurrentes de dolor por parte de mujeres de todas las regiones y continentes (…) revelan cuán lejos estamos de relaciones eclesiales que respeten la igual dignidad y la reciprocidad.”

El nombramiento de Merletti es una respuesta concreta a este clamor. No se trata de una concesión simbólica, sino del reconocimiento del aporte real, teológico, pastoral y espiritual de las mujeres en la vida de la Iglesia. Son ellas quienes, históricamente, han sostenido silenciosamente parroquias, hospitales, escuelas y comunidades de base. Hoy, ese servicio comienza a encontrar canales de expresión también en las estructuras de decisión.

En palabras del propio Papa Francisco, citadas reiteradamente por el movimiento sinodal:

“La Iglesia necesita ampliar los espacios para una presencia femenina más incisiva.”


🌍 Una mujer al servicio de la vida consagrada… y de toda la humanidad

El currículum de Sor Tiziana Merletti no habla solamente de estudios y cargos. Su paso como Superiora General (2004–2013) y su labor como docente y canonista han estado siempre orientados al servicio a los más vulnerables, en fidelidad al carisma de su congregación. No es casual que su comunidad lleve el nombre de Hermanas Franciscanas de los Pobres. Y tampoco lo es que este nuevo rol se enmarque en un contexto eclesial que exige a la vida consagrada renovar su cercanía con los descartados, los pueblos originarios, las mujeres y las periferias existenciales del mundo.

Una Iglesia sinodal es una Iglesia que descentra el poder. Que se anima a dejar las seguridades clericales para abrir paso al discernimiento comunitario, la escucha horizontal y la autoridad como servicio. El testimonio de Sor Tiziana encarna ese modelo que tanto cuesta asumir pero que tanta esperanza despierta.


📜 Memoria profética y horizonte nuevo

La vida consagrada vive hoy una tensión fecunda: entre la memoria de lo que ha sido —con sus luces y sombras— y el llamado a ser fermento de esperanza en un mundo deshumanizado. El nombramiento de Merletti podría parecer una pequeña noticia administrativa. Pero, si se la interpreta desde el Evangelio, es una chispa encendida en medio del letargo institucional.

¿Será posible imaginar una Iglesia donde la palabra de las mujeres tenga peso real en los concilios, sínodos y dicasterios? ¿Una Iglesia donde la autoridad no dependa del grado clerical sino de la sabiduría espiritual, el testimonio y la entrega? ¿Una Iglesia que no tema aprender de sus hijas?


💬 No es feminismo, es Evangelio

La resistencia de ciertos sectores eclesiales a estos avances suele expresarse en descalificaciones apresuradas: “feminismo eclesial”, “ideología de género infiltrada”, “agenda secular”. Sin embargo, lo que está en juego aquí no es una batalla ideológica, sino la fidelidad al Evangelio y a la igual dignidad bautismal.

Santa Teresa de Jesús, santa Hildegarda de Bingen, Edith Stein, Madeleine Delbrêl, Dorothy Day, María Berenice Duque, Mama Antula… la historia de la Iglesia está llena de mujeres que incomodaron, hablaron con libertad, y señalaron caminos nuevos. Sor Tiziana Merletti se suma ahora a esa constelación profética, desde un espacio donde podrá incidir con decisión y sabiduría.


🔥 Una Iglesia donde todos caminemos juntos

El Papa León XIV ha comprendido, como lo hizo Francisco antes que él, que la sinodalidad no es solo una reforma de estructuras, sino una conversión de mentalidad. El Espíritu sopla donde quiere, y hoy parece estar soplando con fuerza entre las mujeres consagradas.

Desde catolic.ar, celebramos este paso como un signo real de transformación. Pero también exigimos que no se detenga aquí. Que esta apertura no sea una excepción, sino el inicio de una nueva era eclesial donde mujeres y hombres, laicos y consagrados, obispos y jóvenes, caminen juntos como Pueblo de Dios.

Porque, como nos recordó el Sínodo:

“La Iglesia no puede ser verdaderamente sinodal si sigue siendo clerical, autorreferencial y cerrada a la voz de sus hijas”.


📣 Que este nombramiento no sea un techo simbólico, sino un piso nuevo para todos.

Que la Iglesia del siglo XXI sea esa casa donde nadie quede fuera. Donde los pobres sean el centro, las mujeres protagonistas y el Evangelio, la única agenda.


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