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sábado, agosto 9, 2025

Un solo rebaño, muchas heridas: el grito de León XIV por una Iglesia reconciliada

El Papa León XIV, volvió a lanzar un llamado urgente a la unidad de los cristianos, evocando la advertencia de que la fe no puede reducirse a una reliquia del pasado. Pero su exhortación no suena en el vacío: resuena sobre una Iglesia marcada por fracturas, silencios incómodos y liturgias desgarradas. ¿Puede un Papa unir lo que generaciones han separado?

Por Néstor Ojeda

Una estatua sin llaves y un grito sin eco

Una estatua semidestruida de san Pedro, sin llaves en la mano, y una paloma posada en el hombro de san Pablo: así apareció la portada del último número de una revista católica independiente de Europa Central. No es casual. En la solemnidad de los santos Pedro y Pablo, columnas de la fe, el Papa León XIV eligió una vez más hablar de lo que muchos en la Iglesia prefieren evitar: la ruptura interna. “El cristianismo corre el riesgo de convertirse en una herencia del pasado”, advirtió desde la Plaza de San Pedro. Pero, ¿quién se atreve a preguntar por qué? ¿Por qué hoy, cuando más se predica comunión, más se constata fragmentación?

El nuevo Pontificado y la obsesión por la comunión

Desde su elección en marzo de 2025, el pontificado de León XIV ha estado marcado por el equilibrio entre continuidad doctrinal y audacia pastoral. Elegido tras la renuncia de Francisco, su llegada fue leída por muchos como un intento del Colegio Cardenalicio de consolidar el legado del papa emérito, sin renunciar a reformas estructurales urgentes. En poco más de tres meses, León XIV ha confirmado a la mayoría de los prefectos de la Curia, pero también ha designado nuevos consultores en el Dicasterio para la Doctrina de la Fe, muchos de ellos provenientes de contextos africanos, asiáticos y latinoamericanos, ampliando la visión pastoral a una verdadera catolicidad planetaria.

Ya en la homilía de inicio de pontificado citó la oración de Jesús en Juan 17: “Que todos sean uno”, y añadió: “No por uniformidad, sino por comunión auténtica.” Frente al avance de formas litúrgicas excluyentes, comunidades autoproclamadas como “remanente fiel” y episcopados divididos en torno al sínodo universal, León XIV parece decir: “Basta de trincheras, Cristo no fundó partidos”.

Jugadas a largo plazo y silencios tácticos

Detrás de las palabras de León XIV hay más que un deseo piadoso. Hay una estrategia. Vaticanos cercanos al nuevo Papa señalan que su llamado a la unidad no es ingenuo ni utópico. Más bien, busca debilitar el peso de los polos extremos que hoy tensionan la Iglesia.

Al recordar que el cristianismo “no puede ser una arqueología de costumbres o un museo de gestos”, León XIV dejó entrever su distancia respecto a las corrientes que absolutizan la forma sobre el fondo. A la vez, al insistir en la tradición como “una savia viva que une generaciones de creyentes”, reafirmó su rechazo a cualquier relativismo progresista.

También se prepara un consistorio especial para 2026, en el que, según fuentes de la Secretaría de Estado, podrían abordarse reformas al proceso de canonizaciones, unificación de criterios litúrgicos y fortalecimiento del rol del laicado en contextos de persecución.

¿Quién representa la unidad?

El llamado a la unidad ha sido recibido con signos ambiguos. Algunos cardenales, como el alemán Walter Klausner, lo han apoyado públicamente: “La Iglesia no puede ser rehén de minorías vociferantes”, afirmó desde Friburgo. En contraste, otros obispos —como el arzobispo de Lagos— han cuestionado que “se use la palabra unidad para sofocar legítimas expresiones de fe local”.

En las redes sociales, las reacciones del mundo católico se dividieron: los tradicionalistas lo acusan de querer “borrar la historia litúrgica” mientras sectores progresistas temen una “nueva ofensiva autoritaria bajo apariencia de comunión”.

El pueblo fiel, en cambio, parece estar en otra sintonía. “Yo no entiendo mucho de sínodos ni de liturgias, pero sé que mi parroquia está dividida”, dice Ana, una catequista de Buenos Aires. En Nápoles, un grupo de jóvenes que organizaba misas con guitarra y pan casero fue desplazado por orden del párroco. En Lyon, una comunidad celebraba misa en latín hasta que el obispo suspendió el permiso. ¿Quién representa la unidad? ¿El canon o la comunión?

Mientras se canonizan santos en tiempo récord, causas emblemáticas como la de Madeleine Delbrêl, Dorothy Day o Enrique Angelelli siguen detenidas. ¿Qué santidad se promueve? ¿Y qué ausencias gritan en ese silencio?

Comunión rota, heridas abiertas

La unidad no se decreta: se construye. Y se paga con sangre, paciencia y perdón. El Papa León XIV lo sabe. Sabe que no bastan documentos ni exhortaciones. La comunión no será fruto de diplomacia, sino de testimonio.

Si la Iglesia no se reconcilia con sus heridas internas —con sus liturgias contrapuestas, sus obispos enfrentados y su pueblo desorientado—, será, como advirtió el Pontífice, “una herencia del pasado”, un eco sin carne ni cruz. Porque no hay Eucaristía verdadera sin perdón, ni sucesión apostólica sin martirio cotidiano.

Quizás León XIV no logre unir a todos, pero ha hecho lo que sólo un verdadero pastor puede hacer: señalar el abismo y recordarnos que en el Evangelio no hay espacio para bandos, solo para hermanos. El resto dependerá de nuestra respuesta. Porque el grito por la unidad ya fue lanzado. Y no hay cristianismo posible sin comunión. Ni santidad sin heridas compartidas.

©Catolic.ar

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