spot_img
11.8 C
Concepción del Uruguay
miércoles, octubre 1, 2025

El cardenal Suenens, Pablo VI y la encrucijada carismática: ¿puede un soplo del Espíritu nacer de un fuego ajeno?

La Renovación Carismática Católica (RCC), nacida en 1967 en la Universidad de Duquesne (EE.UU.) a partir de un retiro con fuerte impronta pentecostal protestante, irrumpió en la Iglesia como un “Pentecostés de nuestros días”. Su expansión fue fulgurante.

Apenas dos años después, el Vaticano ya tenía sobre la mesa informes, advertencias y promesas. Detrás de la historia oficial de entusiasmo y apertura, hubo también reservas, tensiones y advertencias serias. Entre los protagonistas centrales: el cardenal belga Léon Joseph Suenens y el papa Pablo VI.

La pregunta es inevitable y profundamente profética: ¿acaso la Iglesia abrió demasiado la puerta a un movimiento nacido fuera de su tradición, corriendo el riesgo de sincretismos y desvíos doctrinales? ¿O fue el Espíritu Santo quien quiso purificar un fuego encendido en otra orilla para avivar la fe de millones?


El contexto de un catolicismo en crisis (1960-1970)

El Concilio Vaticano II había sacudido los cimientos de la Iglesia. Liturgia reformada, ecumenismo, nuevos lenguajes teológicos, apertura al mundo moderno. Al mismo tiempo, los seminarios comenzaban a vaciarse, la vida religiosa entraba en crisis, el secularismo avanzaba y el entusiasmo conciliar se mezclaba con confusión.

En Estados Unidos, mientras tanto, el movimiento pentecostal protestante llevaba décadas expandiéndose, con una fuerza arrolladora en sectores populares y universitarios. Experiencias de oración con “efusión del Espíritu”, glosolalia (don de lenguas), sanaciones y alabanzas espontáneas, habían encendido a miles de creyentes.

En ese terreno híbrido, algunos estudiantes católicos en Duquesne vivieron una experiencia intensa de “bautismo en el Espíritu”. Desde allí, la chispa se extendió como reguero de pólvora.


Pablo VI: entre prudencia y discernimiento

El Papa Montini era un hombre profundamente sensible al Espíritu, pero también un guardián vigilante de la ortodoxia. Durante su pontificado, se mostró abierto a todo lo que pudiera revitalizar la fe, pero temía que la Iglesia se diluyera en modas pasajeras.

En audiencias privadas, Pablo VI recibió informes diversos: desde obispos que hablaban de un renacer misionero hasta teólogos que denunciaban desviaciones de corte sectario. Su pregunta constante era: ¿cómo garantizar que lo que llega del mundo pentecostal no se convierta en caballo de Troya en la Iglesia Católica?

El Papa veía en la Renovación Carismática tanto una esperanza pastoral (comunidades vivas, laicos comprometidos, fervor de oración) como una amenaza doctrinal (emocionalismo, subjetivismo, riesgo de ruptura con la liturgia y el magisterio).


Suenens: el cardenal que llevó la Renovación a Roma

El arzobispo de Malinas-Bruselas, cardenal Léon Joseph Suenens, era uno de los moderadores del Concilio Vaticano II y figura clave en la apertura eclesial posconciliar. Vio en la Renovación Carismática una oportunidad providencial.

Fue él quien, en 1974, presentó oficialmente la RCC al Vaticano como un movimiento eclesial válido. Se convirtió en su protector y “garante católico”. Bajo su patrocinio, los encuentros internacionales de Roma tomaron impulso y la Renovación se consolidó como fenómeno mundial.

Pero Suenens no fue ingenuo. En cartas privadas a Pablo VI y en intervenciones posteriores, dejó constancia de sus advertencias:

  1. No confundir carismas con emociones: alertó que el entusiasmo podía derivar en manipulaciones psicológicas o experiencias superficiales disfrazadas de Espíritu Santo.
  2. Evitar el protestantismo infiltrado: temía que el origen pentecostal llevara a relativizar sacramentos, jerarquía y magisterio.
  3. Subordinar siempre a la Iglesia: insistía en que la Renovación debía permanecer en obediencia a los obispos y no convertirse en “iglesia paralela”.
  4. Discernimiento de lenguas y profecías: pidió mecanismos de control para evitar falsos profetas y delirios místicos.

Los documentos y gestos de Pablo VI

En 1975, con motivo del Año Santo, Pablo VI convocó el Congreso Internacional de la Renovación Carismática en Roma. Allí, en la Basílica de San Pedro, pronunció palabras que se volvieron emblema:

“¿Cómo no ver en este ‘renovarse espiritual’ una oportunidad para la Iglesia y para el mundo?”

Sin embargo, el mismo Papa, en conversaciones privadas, seguía subrayando la necesidad de prudencia. No emitió un documento magisterial formal sobre la RCC, quizás como signo de esa tensión entre esperanza y cautela. Optó más bien por dejarla crecer bajo observación, confiando en la guía de pastores como Suenens.


Las advertencias de Suenens al movimiento

A medida que la RCC se expandía en Europa, África y América Latina, Suenens comenzó a ver riesgos internos. Publicó libros y cartas pastorales donde pedía equilibrio:

  • Denunció tendencias de milagros fáciles y de predicadores estrellas que manipulaban multitudes.
  • Llamó a centrarse en la Eucaristía y en la Virgen María, para evitar una espiritualidad puramente emocional.
  • Insistió en que la Renovación debía servir a la Iglesia y no a sí misma, evitando sectarismos.

Es decir, el mismo cardenal que impulsó su reconocimiento fue también quien marcó límites claros. Fue “padre y corrector” a la vez.


El impacto en la Iglesia universal

Lo cierto es que, gracias a la protección de Suenens y la prudencia vigilante de Pablo VI, la RCC logró en pocos años:

  • Reunir millones de laicos en grupos de oración.
  • Renovar la experiencia de los sacramentos, sobre todo la confesión y la Eucaristía.
  • Impulsar nuevas comunidades y vocaciones misioneras.
  • Tender puentes ecuménicos con protestantes.

Pero también arrastró luces y sombras: divisiones en parroquias, choque con liturgistas, acusaciones de excesivo emocionalismo y cierta marginalización del pensamiento teológico.


Una pregunta profética para hoy

Cincuenta años después, la pregunta resuena con más fuerza: ¿fue la Renovación Carismática un auténtico soplo del Espíritu Santo o un injerto peligroso que debilitó la identidad católica?

En la Iglesia argentina, la RCC creció vigorosa en barrios populares y parroquias humildes. Muchos testimonian conversiones auténticas y vocaciones nacidas en sus grupos. Pero también abundan señales de una espiritualidad milagrera, poco centrada en la Cruz y la doctrina, más cercana al show que a la adoración.

La advertencia de Suenens sigue vigente: el carisma sin magisterio se vuelve un fuego que incendia en lugar de iluminar. Y la prudencia de Pablo VI se revela profética: abrazar lo nuevo, pero sin entregar el corazón de la Iglesia al soplo de vientos extraños.


Discernir el Espíritu en medio de la confusión

Hoy, cuando tantas espiritualidades “new age” y emocionalismos religiosos buscan ganar espacio en la Iglesia, la lección es clara:

  • El Espíritu Santo no divide ni improvisa, conduce siempre a Cristo y a la Iglesia.
  • Los carismas no reemplazan la doctrina ni los sacramentos, los fortalecen.
  • Un movimiento nacido fuera del catolicismo puede ser purificado, pero nunca debe imponerse sin discernimiento.

La historia de Pablo VI y Suenens frente a la Renovación Carismática es una parábola para nuestro tiempo: abrirnos al Espíritu, sí; pero sin ingenuidad, sin renunciar al depósito de la fe, sin confundir entusiasmo con verdad.


Conclusión: ¿viento del Espíritu o espejismo?

La Renovación Carismática Católica, con sus frutos y desviaciones, obliga a una mirada profética: Dios puede servirse incluso de experiencias nacidas fuera de la Iglesia para sacudirnos, pero nunca debemos confundir el instrumento con la fuente.

Suenens, el gran valedor del movimiento, nos dejó el legado de su advertencia: “Sin obediencia a la Iglesia, todo carisma se convierte en herejía”. Y Pablo VI, con su prudencia vigilante, nos recuerda que no todo fuego que arde viene del Espíritu, aunque parezca encender corazones.

La pregunta queda abierta para la Iglesia argentina y universal: ¿sabremos discernir en qué parte del viento sopla el Espíritu y en qué parte solo hay ruido de tempestades?

©Catolic.ar

Néstor Ojeda
Néstor Ojedahttps://www.catolic.ar
Néstor Ojeda es periodista y comunicador católico de Concepción del Uruguay, Entre Ríos. Durante más de diez años condujo programas en LT11 AM y fue productor de la serie “Los santos de la puerta de al lado”. Fundador de la Red Solidaria local, recibió el Premio Nacional “Gota en el Mar” al Periodismo Solidario. Actualmente dirige el portal catolic.ar, dedicado al análisis crítico de la actualidad social y eclesial.

artículos relacionados

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

Pronto estaremos conectados

0SeguidoresSeguir
22,600SuscriptoresSuscribirte
- Advertisement -spot_img

Ultimas noticias