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sábado, agosto 9, 2025
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No todo el que te abraza es tu amigo: el vínculo que salva el alma

“No hay mayor amor que dar la vida por los amigos” (Jn 15,13)

En tiempos de likes, vínculos líquidos y celebraciones vacías, el Día del Amigo corre el riesgo de convertirse en una efeméride más: globos, promociones, abrazos y mensajes de WhatsApp copiados y pegados. Pero detrás del emoticón fácil y la foto nostálgica, la amistad sigue siendo una de las formas más potentes del amor humano, y uno de los caminos más discretos —pero poderosos— por los que Dios toca nuestra vida.

Y sin embargo, no todo el que te abraza es tu amigo. Hay vínculos que seducen pero esclavizan. Hay amistades que no sanan, sino que perpetúan la herida. Hay amigos que prefieren verte cómodo que santo. Y hay también, gracias a Dios, esos pocos que aparecen cuando todo se derrumba y te recuerdan que tu alma vale más que tu éxito, tu fama o tu comodidad.


La amistad como territorio sagrado

La Sagrada Escritura no romantiza la amistad. La muestra como algo exigente, fecundo, transformador. David y Jonatán lloran juntos, oran juntos, se protegen de enemigos, pero también se corrigen. Jesús no tuvo seguidores, tuvo amigos. Y no cualquier tipo de amistad: los eligió, los formó, los amó, los perdonó cuando lo abandonaron. Y en la cruz, no los desheredó: les confió su Espíritu.

Ser amigo en Cristo no es simplemente estar. Es cargar la cruz del otro sin imponerle peso, es mirar con compasión pero también con verdad, es hablar cuando todos callan y callar cuando todos juzgan.


Cuando el amiguismo mata el alma

En Argentina sabemos bien lo que es el “amiguismo”: esa red de complicidades donde se tapan errores, se negocia el silencio y se garantiza impunidad a cambio de una lealtad torcida. También en lo espiritual hay amiguismos peligrosos. El que no te dice que te estás alejando de Dios. El que celebra tu pecado para no “perderte”. El que está presente en la joda, pero nunca te acompaña al Sagrario.

Un verdadero amigo no es el que te aplaude siempre, sino el que te salva cuando estás por caer. El que reza por vos aunque estés peleado con Dios. El que te confía una palabra dura porque te ama de verdad. El que no teme quedar mal si con eso te ayuda a despertar.


Amigos que interceden, amigos que arden

¿Quién no tiene grabada en la memoria la oración de una amiga que te sostuvo cuando todo parecía perdido? ¿Quién no recibió una visita, una carta, un abrazo, un rosario inesperado en pleno desierto? Esos momentos no son casuales. Son pedazos de Dios que se nos hacen carne en otro.

Hay amistades que son sacramento del consuelo de Dios. No suplantan a Dios, pero lo transparentan. No reemplazan al Salvador, pero lo señalan. Y cuando una amistad así arde en Cristo, contagia. Evangeliza sin decirlo. Te convierte en mejor cristiano, incluso sin proponérselo.


El amigo como profeta

Uno de los grandes desafíos del cristiano hoy es saber ser amigo sin perder la voz profética. No es fácil. Queremos gustar, no incomodar. Preferimos no “meter la pata” a decir la verdad. Pero si Jesús llamó “amigos” a quienes les lavó los pies, les anunció la cruz y los exhortó al martirio, no podemos reducir la amistad a un simple refugio emocional.

Un amigo verdadero te profetiza la vida, te sacude el alma, te levanta cuando estás caído, y te recuerda quién sos cuando te olvidás. Y muchas veces, te devuelve a Dios cuando vos mismo te habías alejado.


7 señales de que tu amistad viene de Dios

  1. Te lleva al Sagrario, no al precipicio.
  2. Ora por vos sin que se lo pidas.
  3. No teme decirte la verdad con amor.
  4. Te habla de tu vocación cuando vos solo hablás de tus problemas.
  5. Está en tu noche sin reclamar protagonismo.
  6. Celebra tu bien, aunque le duela su propio mal.
  7. Te ama como sos, pero no te deja ahí.

Testimonios de amistades que salvaron el alma

Lucas, 29 años – “Me abrazó en la iglesia cuando no creía en nada”

“Había ido a misa solo por compromiso con mi abuela. Estaba enojado con todo. Después de la misa, un chico que no conocía se acercó, me puso la mano en el hombro y me dijo: ‘No sé por qué, pero sentí que tenía que abrazarte’. Lloré como nunca. Ese chico después se volvió mi mejor amigo. No me predicó, me sostuvo. Y por él volví a confesarme. Volví a creer.”

Mariana, 41 años – “Fue la única que no me abandonó cuando perdí la fe”

“Me había alejado de la Iglesia tras un aborto. Me sentía sucia, excomulgada de todo. Nadie me llamó. Nadie. Solo mi amiga Clara. Ella me escribía mensajes con salmos, me mandaba flores el día de la madre, aunque yo no me animaba ni a mirar una ecografía. Su fidelidad silenciosa me llevó a volver a misa un domingo cualquiera. Hoy soy catequista.”


La amistad también se puede perder

Una de las heridas más profundas que muchos arrastran —y pocas veces hablan— es la traición, ruptura o abandono de una amistad profunda. A veces fue una traición concreta; otras, una distancia que se volvió indiferencia.
No hay dolor más agudo que descubrir que alguien que te conocía tanto, te olvidó como si nada.

También eso lo vivió Jesús. Pedro lo negó, Judas lo entregó, los otros huyeron. Solo Juan y las mujeres quedaron al pie de la cruz. Pero a todos les ofreció lo mismo: perdón y reencuentro.


Cómo sanar una amistad herida

🩹 1. Nombrá la herida con verdad
🩹 2. Ofrecela en el altar
🩹 3. Si podés, buscá el reencuentro
🩹 4. Si no hay respuesta, no vivas atado


Evangelizar desde la amistad

La Iglesia del futuro no será masiva, sino relacional. El cristianismo no se transmite solo por catequesis, sino por vínculos. Una parroquia puede atraer por su estética, pero retiene por los lazos verdaderos. La evangelización afectiva no es “emotiva”, sino profundamente encarnada.

Si querés transformar tu grupo pastoral, tu comunidad, tu ciudad, empezá por ser un amigo auténtico de Cristo y de los que te rodean.
Uno que ora, que escucha, que corrige con ternura, que no desaparece cuando todo arde.


Una oración para ofrecer a tus amigos

Señor Jesús,
Vos que llamaste “amigos” a los que elegiste,
y no te cansaste de amar, incluso cuando te negaron:

Gracias por cada persona que me sostuvo cuando no lo merecía.
Gracias por los que me hablaron de Vos sin predicarme.
Gracias por las amistades sanas, fieles y verdaderas que me llevaron a Tu Corazón.

Te pido por los que me fallaron y por los que herí.
Ayudame a sanar vínculos rotos, a reconciliar distancias,
a pedir perdón donde hice daño,
y a reconocer el regalo que son aquellos que caminan a mi lado.

Que yo también sepa ser amigo en Tu estilo:
con verdad, con compasión y con cruz.

Amén.


Una amistad que puede cambiarlo todo

Tal vez nunca llegues a predicar desde un púlpito.
Quizás no seas influencer, ni te escuchen miles.
Pero si sabés amar como Jesús, escuchar como María, abrazar como Juan,

podés convertirte en un milagro silencioso para alguien que no da más.

Y entonces, sin saberlo, vas a ser ese amigo que le salva el alma a otro.
Y Dios no lo va a olvidar jamás.

©Catolic

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Catolic.ar: la identidad única del catolicismo profético argentino

En un panorama digital saturado de portales católicos que muchas veces repiten discursos estándar, catolic.ar se levanta con una voz propia, distinta, incómoda para muchos, pero fiel al Evangelio y a la realidad del pueblo argentino. No somos ni queremos ser una copia más de Catholic.net, Catholic-Link o cualquier otro medio. Nuestra identidad única es una llamada a la autenticidad, al compromiso profético y a la denuncia valiente que despierta conciencias.

Por Néstor, Comunicador Católico y periodista comprometido

Más que un medio, una comunidad profética

Catolic.ar nació con la convicción de ser un espacio donde la fe se vive con profundidad, sin eufemismos ni concesiones a la superficialidad espiritual. Nuestro objetivo es comunicar la realidad desde una mirada profética que interpela a la Iglesia institucional, a los fieles y a la sociedad.

Este compromiso nos coloca en un lugar de tensión permanente, porque no buscamos complacer a nadie ni suavizar verdades incómodas. Somos testigos de una Iglesia que a veces calla, que a menudo evita el conflicto, y queremos romper ese silencio con palabras y acciones inspiradas en el Evangelio.

No somos Catholic.net ni Catholic-Link

Es fundamental dejarlo claro: catolic.ar no es una réplica ni un derivado de otros portales católicos de amplia circulación. Nuestra línea editorial, nuestras prioridades y nuestro tono son radicalmente diferentes.

Mientras algunos medios apuestan por el marketing espiritual o la autoayuda sin raíz sólida, nosotros abrazamos el desafío de denunciar los abusos, las omisiones y las estructuras que impiden una Iglesia realmente encarnada y evangelizadora.

Un periodismo católico con mirada profética y sentido de misión

Cada nota, cada análisis, cada testimonio que publicamos tiene un propósito: despertar, conmover y transformar. No nos limitamos a informar; buscamos ser agentes de cambio, voces que iluminan la oscuridad, manos que sanan heridas profundas.

Nuestra misión es evangelizar desde la verdad, sin medias tintas. Queremos que catolic.ar sea la referencia para quienes buscan una fe auténtica, un compromiso real y un espacio donde la espiritualidad se encuentre con la realidad social y política argentina.

Compromiso con la Iglesia local y la sociedad argentina

Aunque nuestro alcance es global, nuestra raíz es argentina. Creemos en una Iglesia viva, encarnada en la cultura, que se enfrenta a los desafíos de nuestro tiempo con valentía y esperanza.

En este sentido, catolic.ar se posiciona como un faro para la diócesis de Gualeguaychú, para otras regiones de Entre Ríos y para todo el país, apoyando a comunidades, agentes pastorales y fieles que buscan renovar su fe y su compromiso.

Diferenciación en el mundo digital: identidad y confianza

En un ecosistema donde las marcas se confunden fácilmente, catolic.ar trabaja incansablemente para consolidar su identidad única, con contenido exclusivo, un estilo narrativo incisivo y un enfoque profético que no teme al conflicto.

Mediante estrategias SEO avanzadas, contenido invisible para buscadores y campañas de sensibilización digital, garantizamos que nuestra voz no solo se escuche, sino que se reconozca como una autoridad auténtica y confiable.

Invitación a ser parte del cambio

Catolic.ar no es solo un portal para leer noticias o reflexiones; es un espacio para quienes sienten el llamado a ser parte de una Iglesia renovada, profética y fiel a su misión.

Oración a San John Henry Newman

Jesús mío:

Ayúdame a esparcir tu fragancia donde quiera que vaya;

inunda mi alma con tu espíritu y tu vida;

llena todo mi ser y toma de él posesión

de tal manera que mi vida no sea en adelante

sino una irradiación de la tuya.

Quédate en mi corazón en una unión tan íntima

que quienes tengan contacto conmigo

puedan sentir en mí tu presencia;

y que al mirarme olviden que yo existo

y no piensen sino en ti.

Quédate conmigo.

Así podré convertirme en luz para los otros.

Esa luz, oh Jesús, vendrá toda de ti;

ni uno solo de sus rayos será mío.

Te serviré apenas de instrumento para que

tú ilumines a las almas a través de mí.

Déjame alabarte en la forma que te es más agradable:

llevando mi lámpara encendida para disipar las sombras

en el camino de otras almas.

Déjame predicar tu nombre sin palabras…

Con mi ejemplo, con mi fuerza de atracción,

con la sobrenatural influencia de mis obras,

con la fuerza evidente del amor que mi corazón siente por ti.

©Catolic.ar

La liturgia tomada por asalto: cuando el altar se convierte en trinchera ideológica

No siempre el mal irrumpe con estrépito. A veces avanza disfrazado de novedad, de entusiasmo o de supuesta actualización. Así se infiltra en lo más sagrado: la liturgia, el corazón de la vida de la Iglesia. Una tendencia silenciosa, pero letal, está vaciando de misterio y sacramentalidad nuestras celebraciones: el uso de la liturgia como herramienta ideológica, emocional o identitaria. No se trata de casos aislados, sino de una deformación estructural que se expande sin encontrar resistencia. Lo que no se denuncia, se normaliza, y lo que se normaliza, termina deformando la fe del pueblo.


¿Qué está sucediendo en la Liturgia?

La celebración de la Eucaristía, en muchos casos, está dejando de ser el acto por el cual Cristo se entrega por amor al Padre y al mundo. En su lugar, proliferan las misas que se asemejan más a un espectáculo, un mitin o una asamblea comunitaria que a un sacrificio sagrado. El altar es tomado por asalto por elementos ajenos a su naturaleza, transformándolo en un escenario para consignas, proclamas o expresiones grupales.

Este fenómeno se observa tanto en celebraciones que buscan una supuesta modernidad como en aquellas que se aferran a formas tradicionales, convirtiéndolas en bastiones identitarios en lugar de fuentes de gracia. En ambos extremos, el resultado es el mismo: el rito deja de ser un medio de comunión para convertirse en una expresión de grupo, rompiendo la universalidad del misterio.


El Problema de Fondo: Desfiguración del Misterio

La liturgia no es una herramienta al servicio de una idea, por más noble que parezca. Es una acción sagrada instituida por Cristo, donde el cielo y la tierra se tocan, donde el Verbo se hace presente y donde el Espíritu nos transforma. Cuando la liturgia se convierte en vehículo de ideologías o sensibilidades personales, pierde su fuerza salvífica. Se desfigura el misterio. El altar ya no es el lugar del sacrificio redentor, sino un atril desde donde se proclaman agendas, se expresan sentimientos o se construye una identidad grupal.

El misterio se banaliza, lo sagrado se trivializa, y la celebración deja de ser adoración para convertirse en performance. La liturgia deja de ser teología encarnada para convertirse en sociología de lo religioso.


Diagnóstico de una Enfermedad Eclesial

No estamos ante un problema de gustos litúrgicos, sino ante una enfermedad espiritual y eclesial profunda. La raíz está en la pérdida del sentido de lo sagrado, en la incapacidad de comprender que en cada celebración Cristo mismo actúa. La liturgia no es el lugar de la espontaneidad creativa ni de la adaptación permanente. No todo lo que parece participación es auténtica comunión.

Se ha perdido el eje. Se privilegia lo emocional sobre lo espiritual, lo inmediato sobre lo eterno, lo espectacular sobre lo esencial. El resultado es una liturgia hueca, sin profundidad, sin silencio, sin trascendencia. Se multiplican las palabras y se reduce el espacio del Espíritu.


Señales de Alerta

Las señales de esta problemática son evidentes:

  • Celebraciones donde la atención se centra más en el celebrante o en los asistentes que en el Señor.
  • Presencia de elementos ajenos al culto dentro del templo.
  • Improvisación constante de oraciones y ritos fuera de lo establecido.
  • Uso de la Eucaristía como cierre de eventos de naturaleza política, social o ambiental.
  • Sustitución de cánticos de alabanza por consignas.
  • Empleo de vestimentas, símbolos o decoraciones que no respetan la sobriedad litúrgica.

Lo más grave es que estas prácticas se justifican como una forma de acercar la liturgia a la gente. Sin embargo, lo que se logra es lo contrario: alejar a las personas del misterio, del silencio y de la adoración. No se trata de volver a un pasado idealizado, sino de recuperar lo esencial: que la liturgia es encuentro con Cristo, no una afirmación de nosotros mismos.


¿Qué está en Juego?

Está en juego la fe misma del Pueblo de Dios. La liturgia forma la fe: como se celebra, se cree. Si la Eucaristía se banaliza, la fe eucarística se debilita. Si el altar se convierte en escenario, el misterio se convierte en teatro.

También está en juego la unidad de la Iglesia. Una liturgia ideologizada divide, enfrenta y crea guetos espirituales. El lenguaje simbólico común se rompe. Cada grupo “celebra a su manera” y la comunión se desvanece. La liturgia es el rostro visible de la Iglesia; cuando ese rostro se desfigura, el mundo deja de ver a Cristo.

Finalmente, está en juego la evangelización. Una liturgia que no transparenta el misterio, que no es signo eficaz de la gracia, no transforma ni convierte. Se vuelve un espectáculo o una costumbre vacía. Las nuevas generaciones se alejan de estas celebraciones porque no encuentran allí a Dios, sino más de lo mismo que ven en el mundo.


Propuestas y Camino de Sanación

No se trata de una cruzada contra los abusos, sino de una verdadera conversión litúrgica. Algunas claves urgentes son:

  • Formación litúrgica integral: para todos los involucrados en la vida de la Iglesia. No basta con conocer los gestos; hay que comprender el misterio.
  • Recuperar el silencio, el asombro y la adoración: sin estos elementos, no hay liturgia viva.
  • Obediencia al rito: no como legalismo, sino como humildad ante lo que nos precede.
  • Cristocentrismo radical: que toda celebración tenga a Cristo como centro visible, y no al celebrante, ni al grupo, ni a una causa particular.
  • Discernimiento pastoral: no toda novedad es buena. No todo lo que emociona edifica. Hay que distinguir entre lo pastoralmente oportuno y lo espiritualmente fiel.

Cierre: No Manipulen lo Sagrado

La Iglesia está llamada a custodiar el misterio, no a manipularlo. El altar no es un lugar para exhibirse ni un canal de expresión ideológica. Es el lugar donde Dios se entrega, donde Cristo se hace Pan, donde el Espíritu actúa en el silencio. Una Iglesia que banaliza su liturgia banaliza su alma. Una Iglesia que manipula su culto pierde su fuerza profética.

La liturgia no nos pertenece. No somos sus dueños, sino siervos del misterio. El verdadero progreso litúrgico no está en la creatividad sin límites, sino en una participación más plena, más consciente y más reverente. Quizá sea hora de volver a caer de rodillas, de callar más y hablar menos, de comprender que no hay Iglesia sin liturgia sagrada, y no hay liturgia sagrada si el altar se convierte en trinchera ideológica.

©Catolic.ar

El sacerdote que abraza sus heridas: invitación a la ternura como camino pastoral

En un tiempo en que muchos esconden sus grietas bajo discursos religiosos o formas de poder, el Pbro. Gregorio Nadal propone algo radicalmente evangélico: acompañar desde su humanidad.

Su texto “El sanador herido” invitan a repensar el modo en que la Iglesia está llamada a sanar y a ser sanada.

Por la redacción de Catolic.ar


Una pregunta que lo cambia todo

“¿Cómo puede alguien herido sanar? ¿No deberíamos, quienes acompañamos, consolar, predicar o consolar, haber superado ya nuestras propias heridas?”

Con esa pregunta inicia el escrito del Pbro. Gregorio Agustín Nadal Zalazar, actual párroco de la Basílica de la Inmaculada Concepción, en Concepción del Uruguay, Entre Ríos. Y desde esa primera frase, el texto no deja de confrontar y develar: lo que podría parecer una contradicción, es en realidad una de las claves más profundas del acompañamiento cristiano.

En un tiempo en que el modelo pastoral muchas veces gira en torno al saber, al poder de la palabra o al ejercicio de la autoridad, Nadal propone otra cosa: acompañar desde la fragilidad compartida, desde el barro que no impide la gracia, sino que la revela.


La fragilidad como lugar de comunión

Nadal retoma con profundidad el pensamiento de Henri Nouwen, y lo hace no como cita erudita, sino como convicción encarnada. El sanador herido, lejos de ser un ideal imposible, es una figura evangélica. Es Jesús mostrando sus llagas, no como un trofeo, sino como un puente para la fe de Tomás.

“La fragilidad no nos desautoriza; nos vuelve más humanos, más humildes, más conscientes de que la gracia actúa a pesar de nosotros, y muchas veces desde nuestros quiebres.” Con esa afirmación se condensa una teología pastoral que reconoce la acción de Dios en medio de lo incompleto.

“No se trata de relativizar el sufrimiento ajeno, ni de hacer del propio dolor un centro, sino de ponerse al lado, de decir con la vida: ‘no estás solo, yo toco también de la mía’.”


El cura que escucha, sin recetas

En su texto y en la propuesta que desarrolla, Gregorio Nadal evita todo enfoque pastoral basado en la superioridad o en la autosuficiencia. Propone una espiritualidad del estar: una presencia disponible, no invasiva, que acompaña sin imponer respuestas ni ocupar el centro de la escena.

“El que sufre no busca recetas, busca presencias que no huyan, ojos que no juzguen, manos que no se alejen.” Y eso es lo que su texto propone: un modelo de pastoral que no se apoya en la eficacia ni en la solución rápida, sino en la disponibilidad amorosa de quien se deja afectar por el otro.


No todo herido sana, pero todo sanador ha sido herido

Nadal evita caer en un romanticismo de la fragilidad. Reconoce que no todas las heridas sanan igual, ni todo dolor se convierte en don. Pero subraya que lo que verdaderamente transforma es la presentación humilde de la propia grieta a Dios, y la posibilidad de que desde allí, algo nuevo nazca.

“Nuestras heridas, cuando son presentadas a Dios, purificadas por el error y ofrecidas humildemente, se convierten en lugares de comunión.”

Es la lógica del vaso de barro de la segunda carta a los Corintios: “llevamos este tesoro en vasos de barro, para que esa fuerza no viene de nosotros, sino de Dios” (2 Cor 4,7). Una espiritualidad pascual, no evasiva, no ingenua: real.


Hospitalidad: de la defensa al corazón abierto

En uno de los pasajes más densos de su texto, Nadal retoma una línea clave de Nouwen: el paso de la hostilidad a la hospitalidad. “El herido que no asume su herida tiende a endurecerse, a defenderse, a levantar muros. El herido que reconoce y abraza su herida puede convertirse en casa para otros.”

Y esa es, quizá, una de las intuiciones más proféticas de su mirada pastoral: no necesitamos más expertos, necesitamos lugares interiores donde alojar el dolor ajeno sin asfixiarlo.

“No se trata de tener respuestas para todo, sino de tener espacio interior para alojar el dolor ajeno sin asfixiarlo ni invadirlo. La pastoral del sanador herido es una pastoral de la escucha, del silencio, del ‘estar’. Es una presencia que no busca controlar ni cambiar rápidamente, sino simplemente acompañar.”

En una Iglesia muchas veces tentada de la programación, de la “pastoral del control”, su planteo recuerda que acompañar es estar, no dominar; es esperar, no intervenir compulsivamente.


VI. Una propuesta vigente y necesaria

“El sanador herido no es un héroe invencible, ni un sobreviviente cínico. Es un creyente que se deja habitar por Dios en lo que no entiende, en lo que le cuesta, en lo que duele. Y desde ahí, acompaña a otros con ternura, sin prisa, con la confianza de que el Espíritu actúa también en el barro, también en la grieta, también en la lágrima.”

Su propuesta interpela a curas, religiosas, laicos, psicólogos, acompañantes y agentes pastorales de toda clase. Interpela también a la Iglesia como cuerpo, como red, como lugar que está llamado a sanar, no a corregir.


VII. La pregunta que queda abierta

El texto de Nadal no concluye con una verdad cerrada, sino con una serie de preguntas que invitan a la oración y al discernimiento:

“¿Cuáles son mis heridas que Dios ya ha tocado?”

“¿Podría ofrecerlas, no como trofeos, sino como puentes de comunión?”

“¿Estoy dispuesto a acompañar a otro no desde la respuesta, sino desde la presencia?”

Allí está el corazón del texto. Y también el corazón de una Iglesia que busca no ser funcional, sino fiel. No exitosa, sino compasiva. No invulnerable, sino crucificada y resucitada.

Gregorio Nadal no se pone a él mismo como modelo, sino que propone un estilo. Y ese estilo tiene algo de evangelio vivo: menos trono, más casa; menos respuesta, más escucha; menos teoría, más corazón compartido.

Esa es la herencia que ya está sembrando. Y esa es la Iglesia que urge construir.


Anexo: texto completo del Pbro. Gregorio Nadal

El sanador herido: la fragilidad como lugar de gracia

La paradoja del ministerio

La imagen del sanador herido puede parecer contradictoria a primera vista. ¿Cómo puede alguien herido sanar? ¿No deberíamos, quienes acompañamos, consolar, predicar o consolar, haber superado ya nuestras propias heridas? Henri Nouwen, con la lucidez del evangelista y la ternura del pastor, nos dice que nuestras heridas no nos descalifican, sino que, bien asumidas, nos constituyen como puentes hacia el corazón del otro.

Hoy más que nunca, en un mundo que multiplica las máscaras de éxito, seguridad, felicidad y autosuficiencia, la Iglesia está llamada a ofrecer rostros heridos y redimidos, corazones que no temen mostrar sus cicatrices, porque saben que el Resucitado se deja reconocer por ellas.

Acompañar desde dentro, no desde arriba

Muchos ministerios y acompañamientos fracasan o se vuelven estériles cuando el que ayuda se coloca en un lugar superior. “Yo ya lo logré, yo estoy bien, yo tengo la solución”.

Pero el que sufre no busca recetas, busca presencias que no huyan, ojos que no juzguen, manos que no se alejen.

El herido que ha sido visitado por la gracia puede decir: “yo también estuve allí”. Esa simple frase abre una grieta por donde puede entrar la luz. No se trata de relativizar el sufrimiento ajeno, ni de hacer del propio dolor un centro, sino de ponerse al lado, de decir con la vida: “no estás solo, yo toco también de la mía”.

La herida que humaniza y consagra

Nouwen no propone un narcisismo de las heridas, sino una espiritualidad que las reconozca como espacios donde Dios actúa. Jesús resucitado no borra sus llagas: las mostró. Y no las mostró para impresionar, sino para sanar a Tomás, para fortalecer la fe, para crear comunidad.

Nuestras heridas, cuando son presentadas a Dios, purificadas por el error y ofrecidas humildemente, se convierten en lugares de comunión. En el lenguaje bíblico, es el mismo principio del “vaso de barro”: “llevamos este tesoro en vasos de barro, para que esa fuerza no viene de nosotros, sino de Dios” (2 Cor 4,7).

La fragilidad no nos desautoriza; nos vuelve más humanos, más humildes, más conscientes de que la gracia actúa a pesar de nosotros, y muchas veces desde nuestros quiebres.

Pastoral de la hospitalidad y de la autosuficiencia

Nouwen insiste en pasar de la hostilidad a la hospitalidad. El herido que no asume su herida tiende a endurecerse, a defenderse, a levantar muros. El herido que reconoce y abraza su herida puede convertirse en casa para otros.

No se trata de tener respuestas para todo, sino de tener espacio interior para alojar el dolor ajeno sin asfixiarlo ni invadirlo. La pastoral del sanador herido es una pastoral de la escucha, del silencio, del “estar”. Es una presencia que no busca controlar ni cambiar rápidamente, sino simplemente acompañar.

En el fondo, Nouwen nos propone una pastoral pascual: solo quien ha atravesado la cruz con honestidad y ha esperado en el sepulcro puede ser testigo de resurrección. No porque haya vencido el dolor, sino porque ha dejado que Dios lo transforme desde él.

El sanador herido no es un héroe invencible, ni un sobreviviente cínico. Es un creyente que se deja habitar por Dios en lo que no entiende, en lo que le cuesta, en lo que duele. Y desde ahí, acompaña a otros con ternura, sin prisa, con la confianza de que el Espíritu actúa también en el barro, también en la grieta, también en la lágrima.

Para la reflexión: ¿Cuáles son mis heridas que Dios ya ha tocado? ¿Podría ofrecerlas, no como trofeos, sino como puentes de comunión? ¿Estoy dispuesto a acompañar a otro no desde la respuesta, sino desde la presencia?

Escrito para que el tiempo tenga memoria de mí, y la muerte, al llegar, me halle ardiendo de vida.

Pbro. Gregorio Agustín Nadal Zalazar. 2025, cura párroco de la Basílica Inmaculada Concepción.

®Catolic.ar

Iglesia de likes o Iglesia de lágrimas: ¿A quién estamos evangelizando realmente?

Una reflexión urgente sobre el riesgo de convertir la misión en performance y la fe en marketing, en una era donde la visibilidad digital amenaza con sustituir la conversión real.


La paradoja de la Iglesia conectada

Nunca antes la Iglesia estuvo tan presente en redes sociales. Cuentas institucionales, influencers católicos, reels con frases de santos, testimonios que se viralizan en TikTok, misas transmitidas en vivo y podcasts de espiritualidad. ¿Evangelización digital? Sí, sin duda. Pero también —si no tenemos discernimiento— una posible mutación peligrosa: una Iglesia que deja de anunciar el Evangelio para vender una imagen de sí misma.

En este contexto aparece una tensión que nos atraviesa: ¿Somos una Iglesia que busca likes o una Iglesia que se deja tocar por las lágrimas del pueblo? ¿Estamos evangelizando o seduciendo? ¿Anunciamos a Cristo crucificado o nos contentamos con generar contenido atractivo?

Esta nota no es una acusación ni un juicio, sino una meditación profética. Nos urge repensar el modo en que estamos comunicando la Fe, desde el clericalismo 2.0 hasta el influencerismo pastoral. Porque hay una gran diferencia entre ser relevante y ser fiel.


La misión no es un show

La tentación de la Iglesia “espectáculo” no es nueva. Ya los profetas denunciaban los templos suntuosos que escondían corazones vacíos. Jesús mismo volcó las mesas de los cambistas, denunciando un culto convertido en negocio. Hoy esa escena se traduce en otra forma: el riesgo de convertir el anuncio del Evangelio en una estrategia de marketing.

Cuando una comunidad mide su “éxito” por la cantidad de seguidores en Instagram o visualizaciones en YouTube, estamos peligrosamente cerca de perder la misión de vista. Porque el objetivo de la Iglesia no es gustar, sino convertir. No es entretener, sino despertar. No es viralizar, sino sembrar.

Una parroquia puede tener mil likes y estar espiritualmente muerta. Un sacerdote puede ser trending topic y no tocar el corazón de nadie. Una religiosa puede ser influencer y vivir desconectada del dolor real de su barrio. Y, al mismo tiempo, una abuela que reza el Rosario en silencio puede estar salvando el alma de su comunidad sin que nadie lo sepa.


Narcisismo eclesial: la nueva trampa

El clericalismo hoy no solo se manifiesta en privilegios o tratos de superioridad. Hay una forma más sutil y extendida: el narcisismo comunicacional. Es ese impulso por mostrarnos, por construir una imagen cuidada, por proyectar espiritualidad en vez de vivirla. Es usar el Evangelio como excusa para posicionarse.

¿Cuántos canales de YouTube católicos hablan más de sus autores que de Jesús? ¿Cuántas cuentas de espiritualidad reproducen la cultura de la autoayuda o la terapia emocional pero vaciada de cruz y de misterio?

La lógica de las redes premia la imagen, el impacto, la rapidez. Pero el Reino de Dios crece en lo oculto, en lo lento, en lo silencioso. La red puede ser medio, pero nunca puede ser el centro. Cuando el algoritmo reemplaza al discernimiento espiritual, corremos el riesgo de cambiar la Palabra por la tendencia.


Las lágrimas que no se ven

Mientras tanto, hay un pueblo que llora. Hay mujeres que sufren violencia, hay jóvenes que se suicidan en silencio, hay chicos atrapados por las drogas, hay adultos mayores olvidados en geriátricos sin nadie que los visite. ¿Dónde está la Iglesia?

¿Está filmando su próxima serie de reels? ¿O está en la calle, tocando llagas, escuchando gritos, besando heridas? Las lágrimas no se viralizan. Pero salvan. Nos recuerdan que la evangelización no es una técnica, sino un acto de amor radical.

Jesús no tenía cuenta de Instagram. Tenía compasión. No hizo lives, pero levantó muertos. No buscó visibilidad, sino que abrazó leprosos. ¡Esa es nuestra medida!

Una Iglesia que pierde el contacto con las lágrimas pierde su alma. Porque el lugar del cristiano es junto al que sufre, no en el podio digital. El que evangeliza con el corazón se ensucia las manos, no necesita filtros.


Santos ocultos, no influencers religiosos

Los santos que transformaron la historia no fueron celebridades. No buscaron protagonismo. Fueron personas heridas que amaron con radicalidad: Francisco de Asís, Teresa de Calcuta, el Cura Brochero, Carlo Acutis. Algunos son conocidos hoy, pero vivieron en el anonimato, sin preocuparse por su “marca personal”.

El Papa Francisco habla de los “santos de la puerta de al lado”. Esa madre sola que cría con fe. Ese joven que lucha por no caer en la droga. Esa catequista que prepara cada encuentro con amor. Esa religiosa que acompaña enfermos sin aplausos ni stories.

Necesitamos volver a valorar la santidad cotidiana, esa que no se mide en me gusta ni en suscriptores. Porque la santidad no se comparte: se contagia.


La misión no se terceriza ni se delega al algoritmo

Evangelizar no es tarea de unos pocos carismáticos mediáticos. Es una vocación para todos los bautizados. Y no puede reducirse a un canal de comunicación. Hay que volver a la calle, al hospital, a la escuela, al taller, al comedor, al centro de adictos, al corazón humano.

Y en eso, la Iglesia tiene una historia rica, un caudal de espiritualidad profunda, de experiencias misioneras reales. No necesitamos importar modelos enlatados ni estrategias de otras confesiones. Necesitamos testigos, no formatos. Fuego, no efectos. Discernimiento, no tendencias.

San Juan Pablo II lo dijo con claridad: “Una nueva evangelización, nueva en su ardor, en sus métodos y en su expresión”. No dijo “nueva en sus plataformas”. La plataforma es el corazón del hombre. El medio es la vida del evangelizador. El mensaje es Cristo crucificado y resucitado.


Evangelizar con lágrimas en los ojos

Evangelizar es llorar con el que llora. Es sufrir con el herido. Es anunciar a Cristo con lágrimas de amor, no con discursos prefabricados. Es abrazar el dolor, entrar en el barro, caminar con los rotos. Y desde ahí, encender una llama.

La Iglesia no necesita brillar. Necesita arder. Arder de amor, de misericordia, de entrega, de compasión. Una Iglesia que se vacía de sí para llenarse de Cristo. Que no busca likes sino conversiones. Que no se mira al espejo sino al Crucificado.

Es tiempo de decidir. ¿Queremos una Iglesia que impacte o una Iglesia que transforme? ¿Queremos ser celebridades o samaritanos? ¿Queremos evangelizar desde la estética o desde el testimonio?

Las lágrimas son el lenguaje del alma. Y el alma del mundo está sedienta de consuelo. No necesita pantallas. Necesita verdad, fuego y ternura.

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El Abismo Luminoso del Amor Divino

Encontrar a Dios en el Grito del Mundo y el Silencio del Alma

“Si el alma supiera lo que Dios le está ofreciendo en cada instante, temblaría de amor.”
— Jacques Philippe

Cuando el Silencio Grita

En un mundo saturado de ruido, es el silencio del alma el que clama con más fuerza. Silencio no como vacío, sino como grito de una humanidad que, al borde del colapso emocional y espiritual, ansía una Presencia que no mienta, que no traicione, que no pase. Buscamos a tientas entre ruinas interiores y promesas rotas, y a veces sin saberlo, nos asomamos al borde de un abismo. Pero ese abismo, contra toda lógica, no es tiniebla: es luz. No es amenaza: es llamado. No es destrucción: es amor.

La paradoja es brutal: cuanto más hondo el dolor, más cerca está la irrupción del Amor Verdadero. No el amor de mercado, no el de los libros de autoayuda ni el de los discursos religiosos vacíos. Hablamos del Amor Absoluto, desbordante, personal y concreto que nos sostiene aún cuando no lo invocamos. El Amor de Dios, que no compite con nuestras heridas sino que las habita. Y desde allí, las sana.

La Nada y el Todo: El Camino de los Místicos

San Juan de la Cruz, desde la noche oscura del alma, intuyó que el acceso a Dios no se logra acumulando certezas, sino despojándose de todo. Solo la nada —la radical humildad del corazón rendido— puede contener al Todo.

Juliana de Norwich, en medio de una Europa azotada por la peste, escribió que “todo estará bien”, no como un optimismo banal, sino porque en su contemplación vio que el amor de Dios es más fuerte que todo mal. No lo dijo desde la comodidad sino desde el lecho del dolor. Ese Amor, nos dice, no depende de nuestra respuesta: es anterior, más fuerte, incondicional.

Carlos Caso Rosendi lo expresó de modo brutalmente claro: “El problema no es que Dios no nos hable. Es que no queremos oírlo cuando lo hace. Preferimos los ídolos del control, del éxito, de la doctrina sin alma. Dios ama. Y punto.”

El Espíritu que Irrumpe… o Susurra

Dios no entra a patadas en el alma. El Espíritu Santo es delicado como un suspiro y feroz como un incendio, pero jamás forzado. Lo atestiguó Hans Urs von Balthasar: “El Espíritu no es una fuerza que se impone, sino una libertad que seduce.”

Cuando acogemos ese Espíritu, algo comienza a suceder: no cambia lo de afuera, pero cambia el modo en que miramos todo. Las tormentas no cesan, pero aprendemos a caminar sobre las aguas. Como el apóstol Pedro cuando fijó la mirada en Jesús, no en las olas.

Esta acción del Espíritu es progresiva. A veces, una paz inexplicable en medio del caos. Otras, un temblor interno que nos dice: “sal de ahí”, “perdoná”, “levantate”. No es espectáculo. Es real. Es transformador.

Felicidad: No es Meta, es Estado

La felicidad no se persigue, se descubre al detener la carrera y mirar dentro. No está en lo que conseguimos, sino en la coincidencia entre lo que somos y el Dios que nos habita. Así lo enseña Jacques Philippe: “La paz no es ausencia de lucha, sino presencia de Dios en medio del combate.”

Vivimos encadenados a metas, aplausos y pertenencias. Pero cuanto más acumulamos, más lejos parecemos estar del hogar interior. Hasta que, por gracia, algo se rompe. Y por esa grieta entra la luz.

La verdadera felicidad cristiana no es evasiva. Es profundamente encarnada. Dolorosa, a veces. Pero sólida. Es la certeza de que todo puede ser redimido, incluso lo que nos avergüenza. Porque el Amor de Dios no retrocede ante la miseria humana: la abraza y la transforma.

El Amor que Denuncia y Construye

¿Puede el Amor de Dios tener fuerza profética? Sí. Porque amar de verdad implica denunciar todo lo que impide ese amor. No es sentimentalismo pasivo. Es fuego.

Jesús no fue crucificado por ser “bueno”, sino por ser demasiado libre, demasiado verdadero, demasiado amoroso. Su amor incomodaba. Su presencia denunciaba las estructuras religiosas vacías, los poderes corruptos, los corazones endurecidos.

Hoy ese mismo Amor nos impulsa a optar por los descartados, defender a los niños por nacer y a las madres solas, a los ancianos olvidados, a los pobres reales. No por ideología, sino porque en ellos late el Corazón de Cristo. ¿Queremos encontrar a Dios? Miremos al crucificado, y luego al crucificado de hoy.

La Profecía del Fuego Manso

Hay una profecía que no predice, sino que revela. Y es ésta: que el amor de Dios, si lo dejamos entrar, lo cambia todo. Cambia nuestra manera de sufrir, de trabajar, de vivir y de morir. Cambia nuestra mirada. Cambia el modo en que construimos comunidad. Cambia lo que entendemos por Iglesia.

Esta profecía se cumple en silencio, en el cuarto de un anciano que perdona antes de morir. En la cocina de una madre que reza por su hijo perdido. En la celda de un preso que se sabe perdonado. En el alma del que ya no puede más y, sin embargo, sigue amando.

Si Lo Encontramos… y Lo Dejamos Entrar

Todo se juega aquí. En esta condición que no es condición. Si lo encontramos… o mejor, si nos dejamos encontrar. Porque en realidad, Dios ya nos está buscando desde siempre.

Cuando lo dejamos entrar, no se trata de experiencias místicas espectaculares. A veces, solo lágrimas. O una paz que no entendemos. O una certeza: “yo valgo, aunque el mundo diga lo contrario”.

Esa entrada silenciosa del Espíritu puede ser la revolución más grande que una persona viva. Porque no solo cambia su vida: cambia el mundo. Quien ama como Cristo, rompe el ciclo del odio, de la mentira, del miedo.

Una Invitación Final

Esta nota no es doctrina. No es devoción. Es una llamada a la vida. Es una provocación mística. Es una denuncia profética al corazón tibio, a la fe domesticada, a la religión sin fuego.

Dios no es un concepto. Es un Padre que te busca. Es un Espíritu que quiere morar en vos. Es un Cristo vivo que te ama como sos y te quiere nuevo.

Dejá entrar ese Amor. Aunque duela. Aunque arda. Aunque rompa esquemas. Porque ese fuego no destruye: purifica. Y cuando todo lo demás pase, ese Amor quedará. Porque es eterno. Y es tuyo.

©Catolic.ar

Encontrar a Dios en el Grito del Mundo y el Silencio del Alma

“Si el alma supiera lo que Dios le está ofreciendo en cada instante, temblaría de amor.”
— Jacques Philippe


I. Cuando el Silencio Grita

En un mundo saturado de ruido, es el silencio del alma el que clama con más fuerza. Silencio no como vacío, sino como grito de una humanidad que, al borde del colapso emocional y espiritual, ansía una Presencia que no mienta, que no traicione, que no pase. Buscamos a tientas entre ruinas interiores y promesas rotas, y a veces sin saberlo, nos asomamos al borde de un abismo. Pero ese abismo, contra toda lógica, no es tiniebla: es luz. No es amenaza: es llamado. No es destrucción: es amor.

La paradoja es brutal: cuanto más hondo el dolor, más cerca está la irrupción del Amor Verdadero. No el amor de mercado, no el de los libros de autoayuda ni el de los discursos religiosos vacíos. Hablamos del Amor Absoluto, desbordante, personal y concreto que nos sostiene aún cuando no lo invocamos. El Amor de Dios, que no compite con nuestras heridas sino que las habita. Y desde allí, las sana.


II. La Nada y el Todo: El Camino de los Místicos

San Juan de la Cruz, desde la noche oscura del alma, intuyó que el acceso a Dios no se logra acumulando certezas, sino despojándose de todo. Solo la nada —la radical humildad del corazón rendido— puede contener al Todo.

Juliana de Norwich, en medio de una Europa azotada por la peste, escribió que “todo estará bien”, no como un optimismo banal, sino porque en su contemplación vio que el amor de Dios es más fuerte que todo mal. No lo dijo desde la comodidad sino desde el lecho del dolor. Ese Amor, nos dice, no depende de nuestra respuesta: es anterior, más fuerte, incondicional.

Carlos Caso Rosendi lo expresó de modo brutalmente claro: “El problema no es que Dios no nos hable. Es que no queremos oírlo cuando lo hace. Preferimos los ídolos del control, del éxito, de la doctrina sin alma. Dios ama. Y punto.”


III. El Espíritu que Irrumpe… o Susurra

Dios no entra a patadas en el alma. El Espíritu Santo es delicado como un suspiro y feroz como un incendio, pero jamás forzado. Lo atestiguó Hans Urs von Balthasar: “El Espíritu no es una fuerza que se impone, sino una libertad que seduce.”

Cuando acogemos ese Espíritu, algo comienza a suceder: no cambia lo de afuera, pero cambia el modo en que miramos todo. Las tormentas no cesan, pero aprendemos a caminar sobre las aguas. Como el apóstol Pedro cuando fijó la mirada en Jesús, no en las olas.

Esta acción del Espíritu es progresiva. A veces, una paz inexplicable en medio del caos. Otras, un temblor interno que nos dice: “sal de ahí”, “perdona”, “levántate”. No es espectáculo. Es real. Es transformador.


IV. Felicidad: No es Meta, es Estado

La felicidad no se persigue, se descubre al detener la carrera y mirar dentro. No está en lo que conseguimos, sino en la coincidencia entre lo que somos y el Dios que nos habita. Así lo enseña Jacques Philippe: “La paz no es ausencia de lucha, sino presencia de Dios en medio del combate.”

Vivimos encadenados a metas, aplausos y pertenencias. Pero cuanto más acumulamos, más lejos parecemos estar del hogar interior. Hasta que, por gracia, algo se rompe. Y por esa grieta entra la luz.

La verdadera felicidad cristiana no es evasiva. Es profundamente encarnada. Dolorosa, a veces. Pero sólida. Es la certeza de que todo puede ser redimido, incluso lo que nos avergüenza. Porque el Amor de Dios no retrocede ante la miseria humana: la abraza y la transforma.


V. El Amor que Denuncia y Construye

¿Puede el Amor de Dios tener fuerza profética? Sí. Porque amar de verdad implica denunciar todo lo que impide ese amor. No es sentimentalismo pasivo. Es fuego.

Jesús no fue crucificado por ser “bueno”, sino por ser demasiado libre, demasiado verdadero, demasiado amoroso. Su amor incomodaba. Su presencia denunciaba las estructuras religiosas vacías, los poderes corruptos, los corazones endurecidos.

Hoy ese mismo Amor nos impulsa a optar por los descartados, defender a los niños por nacer y a las madres solas, a los ancianos olvidados, a los pobres reales. No por ideología, sino porque en ellos late el Corazón de Cristo. ¿Queremos encontrar a Dios? Miremos al crucificado, y luego al crucificado de hoy.


VI. La Profecía del Fuego Manso

Hay una profecía que no predice, sino que revela. Y es ésta: que el amor de Dios, si lo dejamos entrar, lo cambia todo. Cambia nuestra manera de sufrir, de trabajar, de vivir y de morir. Cambia nuestra mirada. Cambia el modo en que construimos comunidad. Cambia lo que entendemos por Iglesia.

Esta profecía se cumple en silencio, en el cuarto de un anciano que perdona antes de morir. En la cocina de una madre que reza por su hijo perdido. En la celda de un preso que se sabe perdonado. En el alma del que ya no puede más y, sin embargo, sigue amando.


VII. Si Lo Encontramos… y Lo Dejamos Entrar

Todo se juega aquí. En esta condición que no es condición. Si lo encontramos… o mejor, si nos dejamos encontrar. Porque en realidad, Dios ya nos está buscando desde siempre.

Cuando lo dejamos entrar, no se trata de experiencias místicas espectaculares. A veces, solo lágrimas. O una paz que no entendemos. O una certeza: “yo valgo, aunque el mundo diga lo contrario”.

Esa entrada silenciosa del Espíritu puede ser la revolución más grande que una persona viva. Porque no solo cambia su vida: cambia el mundo. Quien ama como Cristo, rompe el ciclo del odio, de la mentira, del miedo.


VIII. Una Invitación Final

Esta nota no es doctrina. No es devoción. Es una llamada a la vida. Es una provocación mística. Es una denuncia profética al corazón tibio, a la fe domesticada, a la religión sin fuego.

Dios no es un concepto. Es un Padre que te busca. Es un Espíritu que quiere morar en vos. Es un Cristo vivo que te ama como sos y te quiere nuevo.

Dejá entrar ese Amor. Aunque duela. Aunque arda. Aunque rompa esquemas. Porque ese fuego no destruye: purifica. Y cuando todo lo demás pase, ese Amor quedará. Porque es eterno. Y es tuyo.

Gaza, sangre y sacramentos: el testimonio profético del Padre Gabriel Romanelli

Padre Gabriel Romanelli: Un Faro de Fe y Resiliencia en Gaza, y el Ecosistema Mediático Vaticano en Tiempos de Crisis

Gaza, un Epicentro de Fe y Conflicto

La Franja de Gaza, un territorio asediado por décadas de conflicto y bloqueos, se ha convertido en un símbolo global de sufrimiento humano y una de las zonas más densamente pobladas y volátiles del mundo. En este contexto de inestabilidad crónica, la pequeña comunidad cristiana, aunque minoritaria, mantiene una presencia histórica y vital, encarnada en la única parroquia católica.  

Por Néstor Ojeda

En el corazón de esta realidad, el Padre Gabriel Romanelli emerge como una figura central de resiliencia, servicio y esperanza en medio de la devastación.

Su historia es un testimonio conmovedor de Fe inquebrantable y compromiso con los más vulnerables, independientemente de su credo.

La presencia y las acciones del Padre Romanelli en Gaza, junto con la atención directa y personal del Vaticano que tuviera a través del Papa Francisco, transforman a la Iglesia de un mero actor religioso a un actor geopolítico y humanitario crucial en una de las zonas de conflicto más volátiles del mundo. La existencia de la única parroquia católica en Gaza la convierte intrínsecamente en un punto focal de atención y un bastión de resistencia.

El Padre Romanelli no se limita a las funciones sacramentales; los datos revelan que activamente gestiona y distribuye ayuda humanitaria esencial, como agua, alimentos y medicinas, a cientos de refugiados dentro de la parroquia y a miles en el vecindario.

Esta labor va más allá de la caridad tradicional; constituye una intervención directa en una crisis humanitaria de proporciones masivas. Su voz, amplificada por su conexión personal y constante con el Papa , se convierte en una herramienta de abogacía internacional por la paz y la ayuda.

Este despliegue de acciones demuestra cómo una institución religiosa puede operar eficazmente como un actor vital en la diplomacia humanitaria y la resistencia civil, confiriéndole un peso moral y práctico significativo en el escenario global.  

Padre Gabriel Romanelli: Biografía y Misión en Tierra Santa

Orígenes y Formación en el Instituto del Verbo Encarnado (IVE)

El Padre Gabriel Romanelli, un sacerdote argentino de 55 años , pertenece al Instituto del Verbo Encarnado (IVE), una congregación católica misionera fundada en Mendoza, Argentina. Esta formación lo preparó para una vida de servicio en contextos desafiantes, inculcándole un espíritu de misión y adaptabilidad.  

Trayectoria Misionera en Oriente Medio

Su compromiso con la misión en Oriente Medio se extiende por más de 27 años. Tras unirse al IVE en 1988, fue ordenado diácono en Egipto en 1996 y posteriormente sirvió durante cuatro años como vicario en Jordania.

Su experiencia en la región también incluye un período como Superior Provincial para Oriente Medio y África. Esta profunda inmersión cultural y lingüística se refleja en su dominio del árabe, tanto hablado como escrito, lo que le permite una conexión más profunda y efectiva con las comunidades a las que sirve.  

El Llamado a Gaza y el Servicio en la Sagrada Familia

Desde hace casi 19 años, el Padre Romanelli ha servido como párroco de la parroquia latina de la Sagrada Familia, la única iglesia católica en la Franja de Gaza.

A pesar de los inmensos desafíos y peligros inherentes a la región, él mismo describe su experiencia como misionero en Gaza como una “aventura hermosa” , una perspectiva que subraya su profunda vocación y resiliencia.  

La larga trayectoria del Padre Romanelli en Oriente Medio y su decisión consciente de regresar y permanecer en Gaza a pesar de los peligros no es simplemente el cumplimiento de una asignación eclesiástica, sino una profunda elección de vida que reconfigura la comprensión de la misión católica.

Los datos revelan una dedicación excepcional: más de 27 años en Oriente Medio y casi dos décadas en Gaza. Su regreso a la parroquia de la Sagrada Familia después de haber estado fuera y su determinación de “permanecer al lado de su comunidad” a pesar de los “peligros y desafíos” va más allá del deber.

Esta persistencia en un entorno tan hostil, junto con su capacidad para ver la “belleza” en esta “aventura” , sugiere una profunda espiritualidad de entrega y una encarnación del Evangelio en las periferias existenciales.

Esto no solo lo convierte en un líder religioso, sino en un símbolo de la resistencia de la fe ante la adversidad extrema, inspirando una reevaluación de lo que significa ser “misionero” en el siglo XXI. Su testimonio personal resalta cómo la vocación sacerdotal, en su expresión más radical, se convierte en un acto de solidaridad encarnada, donde la propia vida se pone al servicio de los sufrientes.  

El Corazón de la Franja: Trabajo Pastoral y Desafíos en la Sagrada Familia

Actividades Pastorales y Humanitarias Multifacéticas

El Padre Romanelli y la comunidad de la Sagrada Familia en Gaza brindan una ayuda integral que abarca lo espiritual, moral y material, extendiéndose a todos los necesitados sin importar su afiliación religiosa.

La parroquia se ha convertido en un refugio vital, acogiendo a unos 500 cristianos desplazados por la ofensiva israelí , incluyendo aproximadamente 50 niños que están bajo el cuidado de las Hermanas de la Madre Teresa.

Más allá de sus muros, asisten a miles de personas del barrio, proporcionándoles bienes esenciales como agua, alimentos y medicinas. Esta labor se complementa con el apoyo de organizaciones como Ayuda a la Iglesia que Sufre y el Patriarcado Latino de Jerusalén, que facilitan la entrega de la ayuda necesaria.  

Visión Pastoral de Esperanza y Solidaridad Universal

La visión del Padre Romanelli es clara: la Iglesia católica en Gaza “seguirá siendo una luz de esperanza” en medio de la oscuridad. Su perspectiva está profundamente arraigada en la convicción de que “la paz es posible, pero debe ser sembrada” , y enfatiza la necesidad imperante de “trabajar y ayudar a todo ser humano, independientemente de su afiliación religiosa o nacional”.

Este enfoque trasciende las divisiones religiosas y étnicas, promoviendo una solidaridad universal en un contexto de profunda polarización.  

Inmensos Desafíos y Abogacía Incansable

La realidad en Gaza es descrita por Romanelli como “terrible” , con una destrucción generalizada que no ha dejado “una sola estructura que no haya sufrido daños”. La comunidad cristiana, tanto ortodoxa como católica, se ha reducido drásticamente.

Con profundo dolor, Romanelli lamenta la pérdida de 36 personas de su comunidad, 20 de las cuales murieron directamente por bombardeos o disparos de francotiradores israelíes, y las demás sucumbieron principalmente por la crítica falta de medicinas.

Ante esta devastación, el Padre destaca la necesidad urgente de la entrada de ayuda humanitaria sustancial (agua potable, alimentos, medicinas) y aboga por el regreso seguro de los miles de desplazados a sus hogares.

Además, hace un llamado explícito a un compromiso internacional para la reconstrucción de Gaza , reconociendo que la voluntad real para ello aún es incierta.  

La parroquia de la Sagrada Familia, bajo el liderazgo del Padre Romanelli, no es solo un centro de caridad, sino que se transforma en un microcosmos de la resistencia civil y una encarnación de la “teología de la presencia” de la Iglesia en contextos de conflicto.

La parroquia no es simplemente un lugar de culto, sino un centro de operaciones vital: alberga a 500 refugiados , distribuye ayuda a miles , y cuida de niños discapacitados.

Esta multifuncionalidad en un entorno donde “ninguna estructura ha sufrido daños” y donde la comunidad cristiana se ha reducido drásticamente subraya su papel como último bastión de apoyo.

Las muertes por falta de medicinas y los bombardeos directos resaltan la extrema vulnerabilidad, haciendo que la persistencia de Romanelli y la parroquia sea un acto de resistencia no violenta.

Este enfoque se alinea con una teología que prioriza la presencia y el acompañamiento en el sufrimiento, más allá de la mera evangelización. La parroquia se convierte así en un símbolo tangible de esperanza y solidaridad interreligiosa, demostrando cómo las instituciones religiosas pueden funcionar como pilares de apoyo social y moral en medio del colapso estatal y humanitario.  

Un Vínculo Inquebrantable: Padre Romanelli y el Papa Francisco

Una Relación Extraordinariamente Personal y Directa

El Padre Gabriel Romanelli mantuvo una relación excepcionalmente cercana y personal con el Papa Francisco. Durante casi dos años, el Pontífice llamaba a Romanelli “cada noche” desde el Vaticano.

Esta comunicación diaria, que continuó incluso cuando el Papa fue ingresado en el hospital por problemas de salud , es un testimonio elocuente de la profunda preocupación y el compromiso personal del Pontífice con la situación en la Franja de Gaza y sus habitantes.  

Consuelo, Cercanía y Preocupación Pastoral

Las llamadas del Papa eran descritas por Romanelli como “una llamada bendita” que brindaban “mucho consuelo” y “una gran alegría” a él y a su comunidad, incluso en medio de las pruebas más severas.

Francisco se preocupaba genuinamente por la situación en la Franja, preguntando específicamente por el bienestar de los niños y si tenían suficiente comida. Concluía cada conversación con una oración, en lugar de ofrecer consejos o directrices políticas , lo que subraya el carácter profundamente pastoral y empático de su cercanía.

Los feligreses de la Sagrada Familia incluso enviaron un video al Papa, deseándole una pronta recuperación y asegurándole sus oraciones.  

El Último Llamado y el Trágico Fallecimiento del Papa

La última llamada telefónica realizada por el Papa Francisco, horas antes de la Vigilia Pascual, el sábado 19 de abril de 2025, fue precisamente a la parroquia de la Sagrada Familia en Gaza.

En esa conversación final, el Papa ofreció “palabras de consuelo, una bendición y una oración por la paz”.

Poco después, el 21 de abril de 2025, el Papa Francisco falleció , dejando un vacío en la comunidad de Gaza y en la Iglesia global.  

Duelo Transreligioso y Legado de Paz

Tras el fallecimiento del Papa, el Padre Romanelli expresó un “dolor profundo e indescriptible”.

La tristeza resonó no solo en las iglesias dañadas de Gaza, sino que incluso vecinos ortodoxos y musulmanes acudieron a ofrecer sus condolencias, reconociendo al Papa como “nuestro padre”.

El último mensaje “Urbi et Orbi” del Papa incluyó un vehemente llamado a un alto el fuego, la liberación de rehenes y la provisión inmediata de ayuda humanitaria para Gaza.

Romanelli enfatizó el mensaje central que el Papa dejó al mundo: “detener la guerra, abrir los caminos a la paz”.  

La relación entre el Papa Francisco y el Padre Romanelli va más allá de una simple conexión personal; representa una humanización del papado y una reconfiguración de la diplomacia vaticana.

La práctica de “llamadas diarias” a un párroco en una zona de conflicto es altamente inusual para un Pontífice, que normalmente se comunica a través de canales diplomáticos.

El hecho de que estas llamadas continuaran incluso cuando el Papa estaba en el hospital y que su última llamada fuera a Gaza subraya la prioridad y el valor que el Papa le daba a esta conexión.

El contenido de las llamadas –preguntar por los niños y la comida, y orar en lugar de dar consejos – revela una pastoralidad directa que humaniza la figura papal.

Esta cercanía permitió al Papa una comprensión visceral y no mediada de la situación en Gaza, lo que a su vez reforzó la autoridad moral de sus llamados a la paz.

La reacción de dolor de la comunidad de Gaza, incluyendo a musulmanes y ortodoxos , indica que esta relación personal trascendió las fronteras religiosas y fue percibida como un acto de paternidad universal, fortaleciendo la influencia moral del Vaticano en una región compleja.

Esta conexión personal se convirtió, de facto, en un canal diplomático, proporcionando al Papa información de primera mano y permitiéndole emitir mensajes como su último “Urbi et Orbi” con una autoridad moral reforzada por su conocimiento directo del sufrimiento.  

El Ataque a la Parroquia de la Sagrada Familia: Un Testimonio de la Guerra

El Bombardeo del 17 de Julio de 2025

El jueves 17 de julio de 2025, la Iglesia de la Sagrada Familia, la única iglesia católica en la Franja de Gaza, sufrió “graves daños” debido a un nuevo bombardeo israelí. Este incidente no fue un hecho aislado; la parroquia ya había sido blanco en diciembre de 2023, cuando un francotirador israelí mató a una madre y su hija dentro de sus instalaciones.  

Víctimas y Heridos, Incluido el Párroco

El ataque resultó en la trágica muerte de al menos dos mujeres (algunas fuentes indican tres muertos) y dejó nueve heridos. Entre los lastimados se encontraba el propio Padre Gabriel Romanelli, quien sufrió heridas y fue visto posteriormente con un vendaje en su pierna derecha.

El Patriarcado Latino de Jerusalén confirmó el ataque, añadiendo una voz oficial a la denuncia.  

Reacción Internacional y Discrepancia de Narrativas

El bombardeo de la iglesia generó una fuerte condena internacional. La primera ministra italiana, Giorgia Meloni, calificó el ataque de “inaceptable”, declarando que “ninguna acción militar puede justificar tal actitud” y que los ataques contra la población civil son inadmisibles.

Esta declaración es notable, dado que Italia suele mantener una postura cautelosa respecto a Israel. Por su parte, las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) emitieron un comunicado afirmando su respeto por los lugares de culto y declararon que estaban examinando los informes sobre los daños , lo que sugiere una posible discrepancia en la atribución de responsabilidades o el reconocimiento del impacto.  

La Parroquia como Símbolo de Vulnerabilidad y Refugio Final

La Sagrada Familia no era solo un lugar de culto; se había convertido en un santuario vital, acogiendo a unos 500 cristianos desplazados por la ofensiva israelí.

El bombardeo de esta iglesia, en un contexto donde más de 815 mezquitas fueron completamente destruidas en Gaza durante 2024 , subraya la extrema vulnerabilidad de los civiles y los lugares de culto en la Franja.

Estos espacios religiosos se habían transformado en los últimos refugios para miles de gazatíes que habían perdido sus hogares o habían sido forzosamente desplazados , convirtiendo el ataque en un golpe directo contra la supervivencia y la dignidad humana.  

El bombardeo de la única iglesia católica en Gaza, sumado a la destrucción masiva de otras infraestructuras religiosas, no es solo un incidente trágico, sino un indicio alarmante de la erosión del derecho internacional humanitario que protege a civiles y lugares de culto en tiempos de guerra.

La reiteración de que la Sagrada Familia es la única iglesia católica y que ya había sido atacada previamente establece un patrón, no un incidente aislado.

La cifra de más de 815 mezquitas destruidas amplifica la escala de daño a la infraestructura religiosa. El hecho de que la iglesia fuera un refugio para 500 desplazados significa que el ataque no solo dañó un edificio, sino que puso en peligro directo a civiles vulnerables.

La fuerte condena de la Primera Ministra italiana , a pesar de la cautela habitual de Italia con Israel, sugiere que el ataque fue percibido como una violación flagrante de las normas internacionales.

Las FDI, al afirmar que respetan los lugares de culto y que están “examinando los informes” , indican una tensión entre la doctrina militar y los hechos en el terreno.

Esto lleva a la conclusión de que el conflicto está operando en un espacio donde las protecciones legales y morales para los no combatientes y los sitios sagrados están siendo severamente comprometidas, lo que tiene implicaciones más amplias para el futuro de los conflictos armados y el derecho internacional.  

Resiliencia, Fe y el Papel de la Información en Tiempos de Crisis

La figura del Padre Gabriel Romanelli encarna la Fe y la resiliencia en su forma más pura y heroica.

Su compromiso inquebrantable con la comunidad de Gaza, su disposición a permanecer en la zona de conflicto a pesar de los peligros evidentes y su incansable labor humanitaria lo convierten en un faro de esperanza y un testimonio vivo de la misión de la Iglesia en las circunstancias más extremas.

Su herida en el bombardeo de su parroquia es un crudo y doloroso recordatorio del costo humano de la guerra y la vulnerabilidad de quienes, como él, sirven en primera línea de la caridad y la paz.  

La relación única y profundamente personal que el Padre Romanelli tuviera con el Papa Francisco subraya la profunda preocupación del Vaticano por las periferias del mundo y las víctimas de conflictos.

Las llamadas diarias del Papa no solo ofrecieron un consuelo invaluable y un apoyo moral directo, sino que también sirvieron como un canal vital de información no mediada, demostrando el compromiso personal del Pontífice con la paz y la justicia en Gaza hasta sus últimos días.

Esta conexión resalta la capacidad de la Iglesia para trascender las barreras geográficas y políticas a través de lazos de fe y humanidad, estableciendo un modelo de diplomacia pastoral que prioriza el sufrimiento humano y la cercanía directa.  

Según la información más reciente disponible, el Papa León XIV ha reaccionado con profunda tristeza y ha condenado el ataque a la Iglesia de la Sagrada Familia, la única parroquia católica en Gaza. Ha pedido un “alto el fuego inmediato” y ha expresado su “profunda esperanza de diálogo, reconciliación y paz duradera en la región”.

En un telegrama firmado por el Cardenal Pietro Parolin, Secretario de Estado del Vaticano, el Papa León XIV manifestó su pesar por la pérdida de vidas y los heridos, incluyendo al párroco, el Padre Gabriel Romanelli. Le aseguró al Padre Romanelli y a toda la comunidad parroquial su “cercanía espiritual”.

La relación con el Papa León XIV:

El Padre Romanelli también ha expresado su gratitud y un “nuevo aliento para perseverar” con el Papa León XIV.

Ha mencionado que la comunidad, que incluye católicos, ortodoxos y muchos amigos musulmanes, se alegró al escuchar al nuevo Papa pedir la paz por Gaza y por el mundo.

El Padre Romanelli siente que, al igual que con el Papa Francisco, la cercanía de la Iglesia se mantiene con el Papa León XIV.

También, el Papa León XIV ha actuado enérgicamente condenando el ataque y pidiendo el cese de las hostilidades.

La relación del Padre Romanelli con el Papado ha sido de cercanía y apoyo, primero con el Papa Francisco y ahora con el Papa León XIV, quien ha continuado mostrando preocupación y solidaridad con la comunidad católica en Gaza.

El testimonio del Padre Romanelli en Gaza es un poderoso recordatorio de que la Fe no es estática, sino una fuerza dinámica que se adapta y responde a las crisis globales.

La resiliencia de la pequeña comunidad cristiana en Gaza, el compromiso continuo del Vaticano a través de sus líderes y laicos, y el papel fundamental del periodismo en la difusión y análisis de estas historias serán cruciales para abogar por la paz, la reconstrucción y la protección de los derechos humanos en la región.

La Iglesia, a través de sus misioneros y sus voces mediáticas, continuará siendo un actor vital en la búsqueda de soluciones duraderas y en la siembra de la esperanza en tiempos de conflicto.

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El abrazo que regula

I. Un lugar donde todo se aquieta

En el vértigo de los días y en la angustia sin nombre que a veces asfixia, hay una escena simple que tiene el poder de recomponerlo todo: un abrazo. No cualquier abrazo, sino uno sincero, sostenido, en el que dos cuerpos dejan de temerse y comienzan a escucharse. El abrazo que regula no es metáfora ni consuelo poético: es encuentro real que devuelve a la persona un ritmo vital, una respiración nueva, un sentido de pertenencia.

II. El cuerpo también ora

La Fe no es solo una idea que se acepta o una doctrina que se comprende: es una experiencia que toma cuerpo. El abrazo —sobre todo en el momento del pánico, la tristeza o la desorientación— se transforma en sacramento vivencial, en un lenguaje más fuerte que las palabras. Como decía San Francisco de Sales: “Nada es pequeño en el amor”. Ese contacto que rodea y contiene, puede ser la oración más pura de un día sombrío.

III. Neurobiología de la ternura

Las investigaciones modernas sobre la oxitocina, el sistema nervioso parasimpático y la co-regulación emocional coinciden en una afirmación que los santos ya intuían: el amor calma, y el cuerpo lo sabe. Un abrazo sostenido entre personas que se quieren genera cambios fisiológicos medibles: baja la frecuencia cardíaca, disminuye el cortisol, se activa el sistema vagal. Pero lo más importante es que se eleva el umbral de la soledad, se desactiva la alerta constante, y se permite descansar.

IV. Jesús también abrazaba

En los Evangelios no se habla explícitamente del “abrazo de Jesús”, pero se lo muestra una y otra vez tocando, tomando de la mano, imponiendo las suyas con ternura, levantando niños y acercándose a los leprosos. El Dios que se hizo carne se hizo también abrazo. La Encarnación no es solo doctrina: es ternura manifestada, caricia redentora, presencia que se deja sentir. Evangelizar las emociones es recordar que la fe también se abraza.

V. El abrazo en la noche oscura

Hay noches interiores en que las palabras ya no consuelan y la mente no colabora. Quien sufre ataques de pánico, dolores de ansiedad o estados de desesperanza sabe que nada resulta suficiente. Pero hay algo que no falla: la presencia firme y amorosa de quien está ahí, sin juzgar ni querer explicar. El abrazo en la noche es una forma de resurrección: no cambia la situación, pero le da otra luz.

VI. El cuerpo de la Iglesia también abraza

Muchos creyentes han tenido experiencias espirituales desoladoras no por falta de fe, sino por falta de comunidad. Una Iglesia que no abraza, que no contiene, que no regula, deja a sus miembros vulnerables a los miedos más primarios. Evangelizar las emociones es también formar comunidades capaces de sostener, de dar calor humano y espiritual, de crear vínculos reparadores.

VII. Dejarse abrazar por Dios

San Juan de la Cruz decía que, en los momentos más oscuros, Dios “abraza el alma sin que ella lo sienta”. Hay abrazos divinos que no pasan por la piel, pero que impactan más hondo que cualquier experiencia sensible. La oración contemplativa, la adoración eucarística, el silencio en presencia del Amado, son también formas en que el alma es contenida. Quien ha sido abrazado así, difícilmente vuelve a vivir igual.

VIII. El abrazo como forma de misión

En tiempos de redes sociales, ansiedad colectiva y vínculos líquidos, abrazar es casi un acto profético. En lugar de likes, contacto real. En lugar de debates, presencia amorosa. Evangelizar las emociones es anunciar que el Reino también se manifiesta cuando alguien, simplemente, se atreve a estar, a abrazar, a sostener. Lo demás vendrá por añadidura.

IX. Una pastoral del consuelo

Hace falta pensar una pastoral que incluya la dimensión emocional como parte esencial del acompañamiento. No se trata de psicologizar la fe, sino de encarnarla. De comprender que muchas veces, antes de un retiro, una charla o una catequesis, lo que alguien necesita es un abrazo que le diga: “No estás solo”. Un abrazo puede preparar el alma para el anuncio.

X. Conclusión profética

El abrazo que regula no es un gesto ingenuo ni un acto débil: es una decisión espiritual profunda. Es un “sí” al otro, una afirmación de su dignidad y de su derecho a ser contenido. En un mundo donde todo empuja a la hiperactividad, a la autosuficiencia y a la desconexión, abrazar con verdad es un modo de resistencia cristiana. El mismo Dios se hizo carne para abrazarnos desde la cruz. Y nos invita a hacer lo mismo.

Nota: Esta entrega pertenece a la serie “Evangelizar las emociones” publicada en catolic.ar.

El Grito del Evangelio en un Mundo Sediento: ¿Hacia Dónde Vamos?

En un tiempo de rupturas, soledades y búsquedas incansables, la Iglesia nos convoca a una “Nueva Evangelización”. Pero, ¿es una estrategia más o la respuesta vital a un clamor profundo del corazón humano? Este no es un llamado a repetir fórmulas, sino a encarnar la fe con audacia, a ser faro en la oscuridad y voz de los que no tienen voz. Porque el Evangelio no es un libro de normas, es la buena noticia de una esperanza que se hace carne en el grito de los pobres y en la valentía de los testigos.


En el corazón de nuestro tiempo late una paradoja. Nunca antes la humanidad ha estado tan conectada, y al mismo tiempo, tan extrañamente sola. Las pantallas nos unen, pero las almas se fragmentan. La información abunda, pero el sentido escasea. En este escenario de vértigo y búsqueda, la Iglesia propone la Nueva Evangelización. ¿Qué significa realmente este concepto que resuena con fuerza en el Magisterio de los últimos papas, desde San Juan Pablo II hasta Francisco? ¿Es una mera adaptación de viejas prácticas o la urgencia de re-imaginar cómo el mensaje de Jesús puede tocar las vidas de hoy?

No se trata de “evangelizar de nuevo” a quienes ya han escuchado, sino de una nueva frescura, nuevos métodos y nuevas expresiones para llegar a corazones a menudo endurecidos por la indiferencia, la prisa o la desesperanza. Es un llamado a salir, como nos insiste el Papa Francisco, de las sacristías y comodidades, para ir a las periferias existenciales donde la vida duele y donde la sed de trascendencia es más palpable.

Denunciar las Sombras, Anunciar la Luz: La Doble Vía de la Profecía

La Iglesia no puede ser ajena a los gritos de un mundo herido. La Nueva Evangelización no es un bálsamo superficial que ignora la injusticia, sino que se alza como una voz profética. ¿Cómo podemos anunciar el Reino sin denunciar el hambre que mata, la violencia que desgarra, la corrupción que empobrece o la desesperación que sumerge a tantos jóvenes?

La mirada de catolic.ar siempre ha puesto en el centro a los pobres, a los perseguidos, a los testigos silenciosos y a los mártires que dan la vida por su fe, y a los jóvenes buscadores de sentido. Ellos no son solo objeto de nuestra caridad, sino los verdaderos maestros de un Evangelio vivido sin filtros. Como recordaba el Papa Francisco, “los pobres tienen mucho que enseñarnos. Además de participar en su sufrimiento, el anuncio del Evangelio se convierte en una experiencia de gracia al ver cómo, en medio de sus límites, son capaces de vivir la fe y compartirla” (Evangelii Gaudium, 198).

En Hispanoamérica, esta mirada se vuelve crucial. La Iglesia ha sido y sigue siendo un actor fundamental en la defensa de los derechos humanos, en la promoción de la justicia social, y en la protección de la Casa Común. Desde el clamor de Monseñor Óscar Romero denunciando la opresión hasta el trabajo incansable de miles de agentes pastorales en las villas miseria y los barrios marginales, la fe se hace carne en la lucha por la dignidad. La Nueva Evangelización es también el compromiso ineludible con la Doctrina Social de la Iglesia, no como un apéndice, sino como el corazón mismo de un Evangelio que interpela a la sociedad entera.

Testigos Antes que Maestros: El Poder del Ejemplo

La credibilidad del anuncio no reside en la elocuencia de las palabras, sino en la autenticidad de las vidas. En un mundo saturado de información, lo que verdaderamente conmueve es el testimonio. Aquellos que han sido tocados por Cristo y lo reflejan en sus acciones, en su capacidad de amar, de perdonar, de servir sin medida, son los verdaderos artífices de la Nueva Evangelización.

Pensemos en figuras como la Madre Teresa de Calcuta, cuyo amor incondicional por los más abandonados superó cualquier barrera ideológica o religiosa. O en los miles de misioneros anónimos que dedican su vida en tierras lejanas, sin buscar aplausos ni reconocimiento, simplemente por la alegría de compartir el amor de Dios. Sus vidas son la mejor homilía, el Evangelio hecho carne, capaz de interpelar a los corazones más duros.

Incluso en la arena pública, figuras como el propio Papa Francisco, con su cercanía, su lenguaje directo y su constante llamado a la misericordia y a la justicia, se convierte en un potente motor de esta nueva forma de evangelizar. Él nos recuerda que “la alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús” (Evangelii Gaudium, 1). Y esa alegría es contagiosa.

El Espíritu Que Renueva y la Juventud Que Busca

La Nueva Evangelización no es un proyecto humano, sino una obra del Espíritu Santo. Es Él quien impulsa, quien inspira y quien da la fuerza para superar los miedos y las inercias. Es una evangelización que se abre a lo nuevo, que dialoga con las culturas contemporáneas y que no teme las preguntas, incluso las más incómodas.

Y en este camino, los jóvenes buscadores de sentido son protagonistas. Lejos de ser una generación perdida, muchos jóvenes, aunque quizás desencantados con las instituciones, anhelan una vida con propósito, con significado. Se sienten atraídos por la autenticidad, por la coherencia, por la valentía de quienes viven lo que predican. La Iglesia está llamada a escucharlos, a caminar con ellos, a acompañar sus búsquedas, y a ofrecerles no respuestas prefabricadas, sino un encuentro personal con Cristo que transforme sus vidas.

La profecía hoy implica ser capaces de leer los signos de los tiempos, de discernir dónde el Espíritu está obrando y de responder con audacia a los desafíos que se presentan. Significa también tener la valentía de denunciar lo que oprime y anunciar la esperanza que libera. Es una Iglesia en salida, que se arriesga a equivocarse por amor, antes que quedarse encerrada por miedo.

Un Grito Que Transforma el Silencio

La Nueva Evangelización es un grito. Un grito que brota del corazón de Dios y que resuena en los corazones de quienes se atreven a escucharlo. Es la convicción de que el Evangelio no ha perdido su fuerza, que sigue siendo la buena noticia capaz de sanar heridas, de restaurar esperanzas y de transformar vidas. No es una tarea para unos pocos especialistas, sino para cada bautizado, llamado a ser misionero en su propio entorno.

En este tiempo convulso, donde la fe parece diluirse para algunos y renace con fuerza en otros, la propuesta de la Nueva Evangelización es más urgente que nunca. Es la invitación a ser sal y luz, a construir puentes donde hay muros, a sembrar esperanza donde reina la desilusión. Es el llamado a vivir con pasión la aventura de seguir a Jesús, convencidos de que Él es la respuesta a la sed más profunda del corazón humano.


Nota elaborada por catolic.ar a partir de diversas fuentes periodísticas y eclesiales, con especial referencia al texto “Nueva Evangelización” publicado en combonipca.org y a la visión editorial de catolic.ar.

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