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sábado, agosto 9, 2025

Mártires del compromiso: Lepratti, Genta y Sacheri frente a una Iglesia que calla

“No tiren, hay chicos comiendo”. Esa frase quedó grabada como un testamento. No fue un grito ideológico, fue un grito evangélico. Y desde entonces, el silencio de la Iglesia frente a ciertas santidades clama desde abajo.

Un mismo clamor, tres silencios

La santidad no siempre llega por los caminos que la institución espera. A veces se abre paso por rutas marginales, conflictivas, de frontera. Es ahí donde surgen los mártires del compromiso: cristianos que encarnaron el Evangelio hasta las últimas consecuencias, pagando con su vida una fidelidad que la Iglesia aún no se atreve a canonizar.

En esta tercera entrega del ciclo “Santos en pausa”, retomamos la figura de Claudio “Pocho” Lepratti —ya abordado en profundidad— y nos adentramos en las vidas y muertes de Jordán Bruno Genta y Carlos Alberto Sacheri, dos intelectuales católicos asesinados en los años de plomo en Argentina. Tres historias muy distintas, unidas por la sangre derramada, la fe militante y el olvido eclesial.


Claudio Lepratti: el testigo desarmado que gritó por los niños

Volvemos a hablar de Pocho Lepratti no solo por la potencia de su testimonio —ya desarrollada en la nota anterior— sino porque su caso muestra con crudeza el freno institucional a algunas causas de santidad.

Sabemos que un grupo de sacerdotes salesianos quiso impulsar su Causa. Sabemos que hubo conversaciones e incluso borradores. Pero también sabemos que todo se detuvo. ¿Por qué? ¿Porque era “demasiado militante”? ¿Porque no encajaba con el perfil tradicional del “santo”? ¿Porque no tenían recursos económicos ni un postulador profesional? ¿Porque el arzobispo de Rosario no dio luz verde o prefirió esperar el aval de la CEA?

No lo sabemos con certeza. Pero sí sabemos que la voz de Claudio resuena más fuerte que muchos sermones. Que su figura fue abrazada por creyentes y no creyentes. Que el pueblo lo reconoció mártir. Que León Gieco lo canonizó con una canción. Y que la Iglesia aún no se anima a llamarlo siervo de Dios.

Y mientras tanto, otras santidades avanzan a velocidad de jet privado. Canonizaciones “exprés” para figuras eclesiales que cuentan con lobby, fondos, visibilidad y agenda. ¿Dónde queda el pobre, el mártir del barro, el militante del Evangelio que se metió con la historia real?


Jordán Bruno Genta: el cruzado de la contrarrevolución

Filósofo, pedagogo, apologista cristiano. Jordán Bruno Genta fue una de las mentes más influyentes del pensamiento católico argentino en el siglo XX. Nacido en 1909, abandonó el laicismo académico para abrazar un catolicismo radical y combativo. Fundó cátedras, escribió libros, formó generaciones de intelectuales y militares.

Fue asesinado el 27 de octubre de 1974, a la salida de misa, frente a su casa, por un comando del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP). Lo mataron con tres balazos. Tenía 65 años.

Genta era una figura polémica. Defendía una visión teológica de la política y consideraba la lucha contra el comunismo como un deber cristiano. Para algunos, era un profeta; para otros, un ideólogo del autoritarismo.

Pero lo cierto es que fue asesinado por su fe y por su prédica pública. Lo mataron por hablar. ¿No es eso un signo de martirio?

Su hijo, también asesinado años después, fue otro mártir ignorado.

La Iglesia no ha dicho una palabra sobre una posible causa de beatificación. Ni siquiera ha reconocido oficialmente su testimonio.


Carlos Alberto Sacheri: la pluma católica que incomodaba

Filósofo tomista, padre de familia numerosa, autor del libro “El orden natural”, Carlos Alberto Sacheri fue otro de los grandes pensadores católicos argentinos silenciados a balazos.

Lo mataron el 22 de diciembre de 1974, al salir de misa con su esposa y sus siete hijos, en San Isidro. Un comando de Montoneros lo acribilló con ocho disparos.

Sacheri había denunciado la infiltración marxista en sectores de la Iglesia. Era un laico comprometido, con voz fuerte y convicciones inquebrantables. Su defensa de la fe y del orden natural lo hizo blanco de quienes veían en él un obstáculo a su revolución armada.

Fue, como Genta, víctima del odio ideológico. Mártir de una Argentina dividida, pero también mártir de la fe en la plaza pública.

¿Y la Iglesia? Silencio.


¿Qué tipo de santidad queremos?

Claudio Lepratti, Jordán Bruno Genta y Carlos Alberto Sacheri representan perfiles diferentes de santidad: el testigo del Evangelio encarnado en la marginalidad; el pensador combativo en defensa de la verdad; el padre de familia que no se calló frente a la confusión doctrinal.

A ninguno se los considera formalmente “siervos de Dios”. Sus causas están congeladas, descartadas o ni siquiera abiertas. Mientras tanto, otros procesos avanzan con velocidad y recursos, sin que se cuestione su mérito. ¿Qué nos dice esto sobre nuestras prioridades como Iglesia?

¿No será que tenemos miedo de la santidad que incomoda? ¿De la que se mezcla con la historia real, la que no se puede encerrar en estampitas?

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